Para contrarrestar el enfriamiento del apoyo electoral, los dirigentes del Partido Popular efectúan una ofensiva propagandística. Son ideas sencillas y poco precisas, pero muy directas, lanzadas de forma reiterada y expresadas con frases contundentes. Si se analizan, queda de manifiesto que no explican nada con detalle. Su objetivo parece ser, sencillamente, descalificar a los adversarios. La mayor parte de las intervenciones públicas hechas por los miembros del Gobierno en el último mes y medio van en esa dirección. En línea con el buen resultado que le dio al PP en el pasado hacer oposición difundiendo --sin pararse en matices-- que "los socialistas son ladrones" o "Felipe González encabeza el GAL", su estrategia de ahora, gobernar a golpe de eslóganes, persigue desacreditar al PSOE. Las principales campañas son "Rodríguez Zapatero es desleal con el Estado", "la oposición está a favor de la inseguridad ciudadana" y "Galicia va bien a pesar de lo que digan el PSOE y Nunca Máis".

Recurrir a estas irracionalidades comporta, en el fondo, un insulto a la inteligencia de los electores. En cualquier caso, es una renuncia a dignificar la política. Pero la última palabra la tendrán las urnas, que cada vez están más cerca.