Mariano Rajoy es un político previsible. A menudo, demasiado previsible. El secretismo con el que ha envuelto el nombramiento del nuevo Gobierno tras su investidura el pasado sábado ha dejado en evidencia a quienes se atreven a hacer quinielas sin demasiado conocimiento de causa. La lectura de las decisiones tomadas por Rajoy debe ser doble: respecto a los partidos que le han de sustentar en el Parlamento y respecto al PP, en plena convulsión por los escándalos judiciales y con la vista puesta en su sucesión.

Desde la perspectiva de los apoyos parlamentarios que necesita, el nuevo Gobierno no presenta aristas a primera vista. El paso de Administraciones Públicas a manos de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría dará el máximo rango al diálogo con Cataluña y con los barones territoriales socialistas, interesados en la reforma de la financiación autonómica y que en última instancia controlan hoy por hoy los resortes del poder en el PSOE. La vicepresidenta mantiene intactas sus atribuciones con la salvedad de la función de portavoz que estará en manos del ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez Vigo, que ya ha demostrado en pocos meses su capacidad pacificadora. Igualmente, el nuevo ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, ha exhibido su talante dialogante en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), donde ha trabajado con alcaldes socialistas. Los nuevos aires del Parlamento han dejado sin cartera a un íntimo colaborador de Rajoy, Jorge Fernández Díaz, víctima de la Operación Cataluña. La nueva incorporación catalana, Dolors Montserrat en Sanidad, representa un salto generacional dentro de la misma sensibilidad.

El resto de cambios son en clave interna del PP. Se va el verso libre de García Margallo, que incomodaba en Génova, y Luis De Guindos gana competencias pero sin estar por encima del histórico Cristóbal Montoro que sigue en Hacienda. Dolores de Cospedal se lleva la cartera de Defensa a la espera de lo que ocurra en el congreso del partido y Andalucía gana cuota con Juan Ignacio Zoilo. Las otras dos incorporaciones, Ávaro Nadal en Energía, y Alfonso Dastis, en Exteriores, tienen marcado perfil técnico no siempre apto en esta legislatura de pactos y acuerdos. Fátima Báñez, Rafael Catalá e Isabel García Tejerina siguen en sus puestos. Rajoy siempre premia la discreción.