WPw oco a poco se evidencia que esta recesión no es un accidente pasajero. Hemos agotado los adjetivos y las comparaciones históricas y todos estamos de acuerdo en que esta crisis va a ser larga y profunda. El Gobierno ha intentado hasta ahora mantener un tono más optimista que la media para evitar que el desánimo y, sobre todo, la desconfianza cundan y el consumo se derrumbe.

Sin embargo, las últimas previsiones y, principalmente, las últimas decisiones del Ejecutivo tienen un toque de realismo que convergen con lo que los analistas piensan: esta recesión va a ser dura y larga. Nadie confía ya en que en el 2010 exista una recuperación real y todos apuntan como pronto a 2011. Por fin, las previsiones oficiales se suman a la mayoría y se anuncia que, efectivamente, la caída de la economía será larga. En este entorno, un Gobierno socialdemócrata debe gestionar el complejo equilibrio entre la necesaria mesura del déficit presupuestario y la inyección de fondos para animar la economía.

Tenemos claros deberes por delante: construcción y turismo han sido nuestros motores de crecimiento y solo con eso no podremos vivir en el futuro. La profunda caída del PIB en Alemania o Japón, países sobrados de tecnología, es menos preocupante que la nuestra. Entonces ¿cómo saldremos nosotros de esta?

En este entorno, parece una buena decisión subir los impuestos especiales. Con un IPC decreciente (que no de deflación) como el actual, estos impuestos o incluso el IVA pueden elevarse sin temor a crear problemas con los precios para tratar de frenar el incremento del déficit fiscal y disponer de recursos para atender el incremento de la partida destinada al subsidio de paro.

El incremento de impuestos debe compensarse con una gestión inteligente del incremento de inversión pública, que no del gasto. Este Gobierno ha demostrado que va sobrado de ideología --salida de Irak, matrimonio homosexual, aborto--, pero está por precisar su orientación económica y fiscal.

De entrada, la actual ministra de Economía, Elena Salgado, parece menos pragmática que su predecesor, Pedro Solbes, y más apegada al programa del PSOE, pero sean cuales sean las medidas que se tomen de ahora en adelante, solo cabe desear acierto al Gobierno. Nos estamos jugando ni más ni menos que la prosperidad de toda una generación, porque tenemos por delante un escenario de caída del PIB que, si no se hace nada, puede prolongarse no meses, sino años.