El presidente del PP extremeño, José Antonio Monago, ha propuesto al secretario socialista, Guillermo Fernández Vara, un compromiso para que ambos partidos dejaran gobernar a la lista más votada a partir del próximo 22 de mayo. Fernández Vara se ha opuesto con razones de peso: porque es incongruente con el proceder del partido de Monago en localidades como Calamonte o Jerez, donde gobiernan tras un pacto entre minorías, y porque supondría despreciar a los partidos pequeños.

Si la propuesta de Monago pretendía replicar a Vara --una vez que este la rechazara-- en el sentido de que el PSOE se niega a esa posibilidad porque sabe que va a perder las próximas elecciones, ya lo ha conseguido: ese fue su argumento de ayer y no deja de ser una astuta escaramuza en tiempos pre-electorales, pero la idea del presidente de los populares no puede prosperar si nos atenemos a las raíces de la democracia representativa, por la cual los ciudadanos delegan su voto en sus representantes para que estos conformen mayorías que den estabilidad a las instituciones, si es necesario mediante inequívocamente legítimas coaliciones. ¿Qué pasaría si la lista más votada es a la vez la que menos escaños, una situación factible merced a una ley electoral de proporcionalidad corregida de la que demasiado bien se benefician los partidos mayoritarios? ¿Por qué, como afirma Monago en su propuesta, el partido que quedara en la oposición debería tener una actitud de ´dejar gobernar´? ¿No es eso faltar al deber de hacer la oposición libre de compromisos que sus votantes le exigirían? ¿Por qué convertir en mayoritario de facto un sistema que es constitucionalmente proporcional?