WLw a detención ayer en Francia de la cúpula de Batasuna, que en el país vecino es legal con estatuto de asociación, es una noticia de gran calado político, pues supone la persecución, por primera vez más allá de los Pirineos, de los grupos aberzales radicales que en España han sido ilegalizados por no condenar las acciones de ETA, formar parte del aparato ideológico de la organización, tener conexiones con sus sistemas de financiación y ofrecerle toda clase de coberturas.

La redada de ayer, en la que fueron detenidos 14 destacados dirigentes de Batasuna, se producía pocas horas después de los arrestos, en el departamento del Loira, de los presuntos terroristas Unai Fano y María Lizarraga, ambos armados y con documentación falsa. Fano era el hombre que hizo de puente entre ETA y Batasuna durante el proceso de diálogo de la pasada legislatura, y Lizarraga trató de concurrir a las últimas elecciones municipales en una lista que fue ilegalizada. Ambos casos muestran lo que prácticamente nadie ignora en los medios políticos, judiciales y policiales: que no hay barreras claras entre quienes en el mundo del radicalismo vasco se dedican a la política y quienes empuñan las armas. Así parece haberlo entendido el Ministerio del Interior francés cuando ha detenido a los rostros más significativos de Batasuna, algunos de los cuales eran investigados por el juez Baltasar Garzón por su presunta participación en la financiación del Partido Comunista de las Tierras Vascas.

Durante los primeros años de la Transición de la dictadura a la democracia se acuñó la denominación de ´santuario francés´ para explicar la libertad de acción y movimientos que tenían los comandos etarras en el país vecino, donde, paradójicamente, nunca atentaban. Año a año, gobierno a gobierno, la colaboración entre París y Madrid en materia antiterrorista fue mejorando, pasando de la actitud poco menos que despreciativa e insolidaria de Valery Giscard D´Estaing hacia lo que ocurriera en el País Vasco hasta los satisfactorios niveles actuales de compromiso con la erradicación de los violentos.

La operación de ayer contra el entorno político de ETA indica que ahora entramos en otro estadio de colaboración, aún más intenso. El acoso iniciado en España con la ilegalización de Batasuna y el encarcelamiento de sus dirigentes se ha extendido al País Vasco francés, donde la agitación de tono radical o abiertamente proetarra se realizaba sin mayores problemas. Está por ver, sin embargo, qué harán los jueces franceses con los detenidos, algunos de los cuales están también acusados de participar en algaradas callejeras.

El hecho de que los tres coches bomba que han estallado en los últimos días en España llegaran desde Francia dio paso a algunos comentarios de que la colaboración transpirenaica se había relajado. Ahora vemos que París no solo mantiene la presión, sino que la redobla.