Felipe González y Alfonso Guerra formaron el tándem político más importante de la transición. Un periodista muy conocido en los años 70 los definió así: "Guerra es el socialismo; Felipe es el poder". Pues bien, muchos años después de sus épocas de esplendor, ambos se resisten a salir de las páginas de los diarios. González ha sido noticia al conocerse su reunión en la Moncloa con el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el mismo día en el que otro ex, José María Aznar , lanzaba sus torpedos desde Antena 3. ¿Casualidad? Probablemente. Pero no deja de resultar sugestivo ese juego de espejos entre expresidentes en un momento político tan complejo como el actual.

Lo de Guerra es otra cosa, una cuestión de business. Está promocionando el libro Una página difícil de arrancar, el tercer volumen de sus memorias, y eso le ha llevado a una frenética carrera por estudios de radio y de televisión, desde el Hoy por hoy hasta El hormiguero. Y ya se sabe que el exvicepresidente del Gobierno, aunque haya venido a hablar de su libro, no va a dejar de lanzar sus dardos contra todo lo que se mueve para regocijo de sus entrevistadores. A sus habituales ataques a Aznar y al nacionalismo, ha sumado ahora los latigazos a los socialistas catalanes, por su aceptación del derecho a decidir. ¡Y hasta ahí podíamos llegar! En el socialismo de los descamisados que pregona Alfonso Guerra no encajan las reclamaciones soberanistas, de derechas, por definición.

Pero volvamos a González. Quien un día se definiera como un jarrón chino, muy vistoso, pero que nadie sabe dónde colocar, no parece resignarse a la función decorativa. De hecho, su larga mano se dejó ver en el último congreso de los socialistas, que aupó a Rubalcaba frente a

Chacón . Y ahora pasa por ser el gran muñidor del acuerdo entre el PP y el PSOE cara a la importantísima próxima cumbre europea. Aun en fase crepuscular, Felipe sigue teniendo una fina nariz para olfatear en qué centros de poder pueden desbloquearse los problemas y en qué momento deben abordarse los pactos de Estado. El jarrón chino ha reaparecido en mitad del salón.