El tema de la legalización de las drogas hace correr últimamente mucha tinta y da mucho que pensar. Se trata, sin lugar a dudas, de un tema polémico en sí mismo, pero con las recientes declaraciones del expresidente Felipe González todavía lo es más. Cuando alguien de la talla política de Felipe González se pronuncia a favor de la legalización, y también lo hacen varios expresidentes de países suramericanos, el problema de la legalización o no de las drogas adquiere otra dimensión y se pone de manifiesto la necesidad de adoptar nuevas políticas en esta materia. Pero, más allá del debate sobre si es o no adecuado legalizarlas, en realidad lo que yo me pregunto es: ¿por qué todos se pronuncian a favor de esta medida cuando ya no ostentan el poder? Es decir, me sorprende, por no decir que me molesta, que todos se atrevan con el tema pero nunca cuando están dentro de un Gobierno. Pero, claro está, cuando mandan no quieren asumir el coste político, en pérdida de votos, de algo que, en su fuero interno, les parece justo enmendar y rectificar. Porque a muchos les parecerá justo rectificar la prohibición de las drogas, que ha sido la culpable del nacimiento del narcotráfico, pero el precio a pagar podría ser demasiado alto.

¿Por qué González no hizo nada cuando el actual portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, y el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, fueron firmantes en 1989 del Manifiesto de Málaga por una nueva política de drogas? Un manifiesto, no lo olvidemos, que apostaba por la despenalización y legalización de las drogas y que solicitaba que las drogas estuvieran fuera del Código Penal. Está claro que les da pánico. Hay ciertos temas que, en manos del poder, se convierten en tabús.

J. Manuel Riera **

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