Ya soy una mujer mayor.Jubilada, que dedica su tiempo libre a aprender, a viajar y a cuidar de mis nietos. Gracias a mi inquietud por seguir aprendiendo, he conseguido manejarme con el ordenador y usar internet. Sin embargo, hay cosas que todavía me resisto a abandonar. Y una de ellas es ir a mi caja de ahorros con mi cartilla y pedir en ventanilla el dinero que necesito. Pero, ahora, ya no es posible. Resulta que las cajas, que ya no son cajas, han impuesto la norma de que o sacas mucho dinero o te toca ir al cajero automático.

Y me rebelo porque los mayores somos más vulnerables y salir de un banco con dinero es una llamada a los ladrones. Y los cajeros están muy bien, pero no todo el mundo sabe utilizarlo.

En fin, señores de las cajas, gracias por hacernos la vida tan difícil a los clientes que llevamos con ustedes una eternidad. Tienen la suerte de que, por la edad, ya nos cuesta mucho hacer cambios en nuestras vidas. Claudicaremos, pero si nos roban, caerá sobre sus conciencias.