El día a día se ha convertido en una especie de afluente de mensajes, a cuál de ellos más capacitado para enredar. Las redes sociales escupen opiniones de tal manera, que todo parece convertirse en una verdad absoluta. Y cuando nos miramos, o cuando nos enfrentamos a ese día a día, aquello que todos vierten como mensajes absolutos se convierten en el devenir de una sociedad. Y este parece ser el mundo real. A la que algunas nos resistimos a asumir o entender.

Hoy me gustaría dar las gracias a aquellas otras gentes, aquellas otras personas que convierten su vida en la odisea de la verdadera verdad, a las que vivir les hace ser positivos, porque cada día es una especie de conquista del pasado, convirtiéndoles en héroes y heroínas. Hoy quisiera referirme a esas otras personas, como el cariño que es sustentado por esa madre, ya entrada en edad, que camina al lado de su hijo, también mayor, porque debe ir acompañado a su paseo matinal diario. Me gustaría recordar y tener presente a esa niña tan cercana a mí, que con tan sólo treinta años sigue agarrando a su muñeca, porque su creatividad y su mente se sitúan en la edad de la eterna niñez; aportando amor a toda la familia, que la rodea como para protegerla, pero sabiendo ella, que su sonrisa es la causa de la supervivencia del resto.

Me molaría tener la capacidad de reír como aquel chico, cuando intuitivamente me trata de explicar los artilugios reflectantes que ha colocado en su silla de ruedas, ante el riesgo en la vía, por causa de los conductores imprudentes. Y al hilo de esto observo cómo tenemos que necesitar una especie de croquis, para poder acceder a algunos de los edificios públicos de la ciudad. Quisiera, también, manifestar mi torpeza por mi incapacidad para orientarme, cuando desconozco el itinerario, y de reojo reconozco a una persona capaz de atravesar aceras y calles en un trayecto diario en su camino al trabajo, sin la luz de su vista. Me gustaría que ese joven matrimonio que conocí, y al que su pequeño le diagnosticaron una enfermedad de las denominadas irreversibles, sintieran el apoyo de una sociedad que manipula la solidaridad engarzada en fondos públicos, y que no es capaz de sentir el cariño y el amor de una familia, que demanda, en todo caso, de esa sociedad, la compresión para compatibilizar esa crianza, con sus actividades laborales, u recibir el manto de unos medios económicos que se predican, deberían tener el denominado Estado Social, que así se configura nuestro país.

Como esto del destino es un ejercicio de prestidigitación ahora comprendo que esto de la vulnerabilidad no es la oportunidad de unos, sino la incapacidad de muchos de no aceptar que las reglas del juego para algunos en esta sociedad no son las mismas. Que la solidaridad con el diferente no es un ejercicio de caridad, sino de justicia. Si mi amigo no puede acceder a ese edificio con su silla de ruedas, no está causado por su mala suerte, sino por la inoperancia y la falta de reacción de una sociedad diferente. Habría que acallar todas esas voces, que se sienten interpeladas por el sentimiento espontáneo, y sin reflejos, frente al diferente, en lugar de vislumbrar que estamos frente a alguien que cuestiona nuestra propia realidad, y que su silencio, su absentismo o el ensimismamiento en esa muñeca a tan alta edad, tiene más que ver con una forma de vida, que con otra cosa, respetémoslos.