Dramaturgo

Qué gusto da ver a esos chicos y a esas chicas luciendo sus mejores galas y con una banda de color en sus pechos, recién graduados, misacantanos, neófitos, novicios universitarios y jóvenes. Qué lejos estamos de aquellos tiempos en los que acabar la carrera se limitaba a recoger una papeleta en el pasillo de la Escuela Normal de Magisterio (en Badajoz las daba Preciados, el que fuera cabo de Caballería) y salir pitando para la casa donde vivíamos (las llamaban pensiones por llamarlas de algún modo) entre el calor del verano, el olor a humanidad de aquellos cuartos, la mirada torva de la patrona y la llamada de los padres para llegar cuanto antes al pueblo y echar una mano en las faenas del campo.

Mi amigo Manolo, de la Zarza, me invitó a celebrar su fin de carrera en el comedor de la Academia de la Policía Armada, hoy Comisaría de Badajoz, donde por un duro dejaban cenar a los estudiantes el resto de rancho sin postre y ponían una botella de vino con casera que era un lujo. Mi amigo Pepe, el de Solana, cenó con nosotros y se fue a celebrar su fin de carrera a la calle Encarnación, donde la Julia.

Ahora somos american pai y nuestros jóvenes se gradúan con autoridades, Gaudeamus , cena, padrino que larga un sermón, discoteca, trajes de noche y algún suspenso que otro porque la fiesta es la fiesta y ya llegará septiembre.

Preciados entregaba las papeletas sin protocolo, sin tocar la corneta y eso que la tocaba como los ángeles porque fue cabo de Caballería, y se perdía por los corredores de Magisterio soñando con una Extremadura más american pai , con postre en el rancho de la policía y residencias universitarias con habitaciones individuales.