Doctor en Historia

Hace unos años, en septiembre de 1995, en el paseo de Cánovas, tenía lugar una demostración, en vivo , por parte de jóvenes grafiteros , de su arte peculiar, que, según escribió Basal, "se ha vuelto determinante, desbaratando los delicados axiomas de la estética". Tenía la bendición del ayuntamiento y el estímulo de otros colectivos. Pues bien, se sigue haciendo grafiti en la ciudad, en lienzos de pared, en el zócalo anónimo y en los lugares más insospechados, bajo claves desconocidas. Es cierto que, junto a la belleza de algunos ejemplos, se realizan otros en que sólo tienen como finalidad el llenar las paredes de garabatos, mediante un secretismo hermético, o con grafismos sugiriendo dichos eslóganes y frases entrecortadas, que dañan al buen gusto y al señorío de este Cáceres que se está preparando para ser Ciudad Europea de la Cultura.

Porque el grafiti, realizado en lugar apropiado, hecho con artística y bella caligrafía, viene a ser un signo más de los tiempos modernos, que tendría su origen a finales de los años setenta en Nueva York. Pero esas muestras que abundan en el centro de Cáceres, hechas con filamentos groseros y hosco lenguaje, después de no decir nada en román paladino, ensucian, afean y provocan al tranquilo ciudadano al ver en las paredes toda clase de pintura de pésimo gusto. La ciudad es de todos y todos hemos de respetarla, sin llenarla de estas tensiones plásticas, que sólo tienen como móvil dejar unas huellas, muchas veces indescifrables, que no sólo no aportan nada, sino que implican el que las empresas o el particular tenga que dedicarse, pacientemente, a borrar tan sórdidas y desagradables serigrafías.