Permítanme que repase los antecedentes del caso griego para ver si lo hemos entendido bien. En la última década, la derecha ha gobernado allí con mayoría absoluta. Ha aplicado las recetas de liberalismo de la señorita Pepis. Durante aquellos años dorados, las instituciones de eso que los enterados denominan misteriosamente la "gobernanza económica mundial" y las siempre adustas y severas autoridades europeas han dicho amén y bendecido el santo y las estadísticas del milagro heleno. Los mercados y los bancos han facturado miles de millones ayudando caballerosamente a la derecha griega a tapar sus deudas sin dar que hablar al vecindario.

Todo iba bien y todo el mundo estaba contento. La ortodoxia económica dominante tenía otro ejemplo, y a los pies del Partenón, de cuán milagroso resultaba bajar impuestos, recortar lo público y desregular los mercados. Los señores del dinero ganaban más, en una amplia gama de colores entre el blanco más puro y el negro más ciénaga.

Pero estalló la burbuja financiera, el dinero perdió los colores y la compostura, y en Atenas ganó la izquierda. Los gobernantes de la economía global ya no fueron tan comprensivos con el Gobierno socialista --vaya usted a saber con qué ideas vienen-- como lo eran con la derecha --gente de orden como ellos--. Sacaron la calculadora con la misma pasión por la verdad estadística que ahora predica Bruselas. Los mismos bancos hasta ayer dispuestos a hacer negocios con un Gobierno tramposo e irresponsable, pero de derechas, se ceban sin piedad con un Gobierno esforzado y corajudo, pero de izquierdas. Ya saben cómo acaba el cuento. La derecha y sus dogmas económicos hacen negocios, la izquierda gobierna para pagarlos y pasar a la historia como la culpable.

En esta gran boda griega, Rajoy y el PP se piden ser padrinos y quieren pastel. Como ya hicieran una vez y parecían haberse arrepentido, avisan de que gastamos y recaudamos como ellos; más vale arrepentirse porque con Zapatero llega el Armagedón financiero. Con enemigos así, quién necesita amigos, celebrarán Soros y demás respetados salteadores de mercados.