Este último sábado fui a ver la nueva película de Daniel Sánchez-Arévalo , 'La gran familia española'. Ya, ya. Sé de sobra que esta columna habitualmente tiende a tratar de economía o finanzas, política o el compendio de eso que se difumina en el vago nombre de "interés social". Pero como, afortunadamente para mí (para los demás no lo tengo tan claro), nadie en el periódico me ha dictado nunca líneas a tocar, no han tenido la feliz idea de sugerirme temas que sí o que no caben en esta columna y, sobre todo, jamás me han movido una sola coma de lo escrito, pues aquí se lee lo que a mí me viene en gana. Bueno, Alberto, por lo menos, que contemple algo relacionado con Extremadura, dirán ustedes. Se me ocurre que el director de la película fue pareja un tiempo de Berta Collado . Y ella es de Navalmoral de la Mata... por ahí como tema extremeño ¿cuela? ¿No? Sigamos, en todo caso.

El sábado, digo, fui al cine. No soy reacio por sistema a ver cine español, ni de ninguna otra nacionalidad, si me interesa la película. Y ésta lo hacía. Una crítica de la España de hoy, amena, fresca, punto irreverente, a ratos debatiéndose entre el melodrama y el sentimentalismo, acaso algo artificial y ligeramente superficial en lo que insinúa. No desvelo nada (temo/huyo de los destripapelículas profundamente) si digo que el telón de fondo de la película es la archifamosa final de la Copa del Mundo de fútbol de 2010, España-Holanda. "Iniesta de mi vida", para que me entiendan. En medio de desencuentros, enfrentamientos y resquemores o heridas mal curadas de dos familias ligadas entre sí, se produce el gol de marras (piel de gallina, oiga) y todos aquéllos se dejan atrás, como si el mágico momento permitiera ver el bosque detrás de los árboles y se vislumbrarán, de repente, los puntos que deben unir. Lo que nos une por encima de lo que, creemos, nos separa.

¿Terminamos aquí la pseudo-crítica de cine? Vamos allá. Algo como ese final "bienintencionista" de la película es lo que pretende Fernández Vara para lidiar la delicada situación de Siderúrgica Balboa. Esta, una de las empresas del extremeño Alfonso Gallardo , se va a ver abocada a entrar en un proceso de insolvencia, con las incertidumbres que ello conlleva para el futuro de la empresa. Por eso, el líder socialista recalcaba que es una empresa "estratégica" para Extremadura y pide por ello un "diálogo estratégico". Sea lo que sea esto, por cierto. Todo muy solemne, muy de sentido de responsabilidad. Muy, por supuesto, estratégico.

XCOMO VENx, hay un alto riesgo de que el ruido que genera la arena política distorsione un análisis más o menos templado del 'tema' Balboa-Gallardo. No por nada avisaba ayer desde CCOO Julián Carretero del problema que supone estigmatizar el problema convertido sólo en política, y de ahí que solicitase evitar que sea un "ping-pong" entre partidos. Por lo pronto, el tema ha entrado en nuestra Asamblea por petición de IU.

Si dejamos de lado razonamientos políticos, lo cierto es que el cierre o no viabilidad de la empresa compromete 534 puestos de trabajo y tiene un indudable impacto económico en Jerez de los Caballeros y su zona de influencia. Habrá, por eso, que dejar atrás igualmente las consideraciones acerca de la defensa o no del famoso proyecto de la refinería y lo que ha supuesto su paralización para ese grupo empresarial. Desconozco (y quiero desconocer aún más ciertos "comentarios") las alegaciones de las plataformas pro/contra, pero recuerdo a un par de expertos que me explicaron años atrás la ineficiencia económica del pretendido oleoducto. Lo cierto es que cualquier debate sobre esto ahora sólo implica perder energías y un tiempo precioso para sacar adelante la empresa.

Pero, ¿es esto competencia del Gobierno de Mérida? No dudo que la tremenda relevancia mediática de un cierre de este tipo da alas a todos los que siempre piden y argumentan a favor de la intervención del sector público. Sin embargo, en mi opinión, estratégica o no, Balboa no es más que una empresa extremeña y lo que cabe debatir en ella desde el poder autonómico está limitado. Entendería una intervención en los términos de salvaguardar al máximo puestos y empresa en la zona, pero el primer punto a tratar aún no lo he visto ni mencionado: cómo se planifica la viabilidad de la empresa y los puntos de sostenibilidad financiera de cualquier plan que se trace.

Un rescate como tal, y encima embridado por un debate político, podría ser un agravio comparativo para cientos, miles de empresas igualmente extremeñas que fenecen todos (¡todos!) los días.