WLwa tradicional marcha de celebración del día del orgullo gay se convirtió ayer en una multitudinaria fiesta en el centro de Madrid que desbordó los parámetros habituales de este tipo de movilizaciones. No era para menos. Los homosexuales, pero no sólo ellos, celebraban la conquista histórica de ver equiparados en España todos sus derechos con los de los heterosexuales, incluido el de contraer matrimonio.

Por eso la pacífica y colorista irrupción en las calles madrileñas de miles de gays, lesbianas y ciudadanos heterosexuales que les respaldaban tenía ayer un sentido histórico: la victoria --seguramente, no definitiva-- de ese colectivo en la lucha por la normalización de sus vidas en una sociedad que tradicionalmente les ha maltratado.

La marcha fue también una contundente respuesta a la gran manifestación del pasado 18 de junio impulsada por el PP y la Conferencia Episcopal. Frente a la ofensiva de la derecha clerical, la movilización de ayer tuvo un tono marcadamente progresista.

Los gays eran conscientes de que su fiesta era una réplica a todos los fantasmas de la eterna España intolerante que la ley de las bodas homosexuales ha sacado a la superficie en los últimos meses.