Pregunta: ¿han tenido alguna vez la experiencia de oír hablar del cambio climático durante un telediario, en compañía de un joven? Pruébenlo. Se ponen como una moto. Principalmente contra nosotros, los adultos. El otro día, un chico de 16 años me decía: "¿Pero esto pasará o ya está pasando?". Cuando le comentaba que algunos efectos ya se notan, se subía por las paredes. "¿Y cómo es posible que no se esté reaccionando inmediatamente?". Es de las conversaciones más lúcidas y tristes que haya tenido en mucho tiempo: allí estaba yo, intentando explicar que el mundo es así, y él, de la edad del zapping y del chat on line , alucinando con nuestra reacción lenta, conservadora, que cómo era posible que nosotros nos cargáramos el mundo en el que él debería vivir. Me lo decía entre angustiado y airado, y yo le respondía entre avergonzado y justificador. Y argumentos no me faltaban: "Estarías dispuesto a hacer un solo viaje en todo el año o a no tener el ordenador conectado toda la noche...".

Les comento todo esto porque estos días ha pasado por nuestro país Leonardo Boff , uno de los promotores de la teología de la liberación en Suramérica que, cansado del marcaje vaticano, y en especial del actual santo padre Joseph Ratzinger , colgó el hábito franciscano. Ahora, a sus 68 años, habla de la necesidad urgente de cambiar nuestra relación con el planeta, antes de que todo esto acabe en una gran devastación. Ayer afirmó, en su castellano cadencioso, que "los jóvenes nos llamarán generación maldita ". La verdad es que dicho por Boff, con sus largas barbas blancas, sonaba a maldición bíblica, y me parecen cómicas algunas medidas recientemente anunciadas, como la de bonificar la fiscalidad de los coches menos contaminantes y viceversa. Empecemos de una vez, no sea que nos pase como al payaso inventado por Kierkegaard , encargado de anunciar un incendio a los espectadores de un teatro. No solo no le creían, sino que se reían más cuanto más serio se ponía el payaso. Todos murieron devorados por las llamas. Eso sí, la mar de satisfechos.