Escritor

El director del festival nos había enviado una admonición a los de derechas, afeándonos el habernos pasado de la izquierda a esa otra orilla, cuando en la capital se gestaban cartas endurecidas por la intransigencia, que hasta El País dio cobijo a una de ellas, después de las entrevistas de Jeremías pidiéndole a Carles una postura frente a los que le recomendaban volver a la rondalla valenciana de la que nunca debió salir. Se quejaban las cartas de los falos en ristre con los que las mujeres de Atenas soñaron tras enfrentarse a los hombres, lo que despistó más todavía a las gentes de orden, que lo utilizan con la luz apagada. Carles, alarmado, confesó a Jeremías que lo comprendía todo, y esto ha jodido mucho, que hasta los de la capital gritaban "Mediero está con nosotros"... "Esto nos hace libres"... Vinieron las aguas a su cauce con las sabias palabras del presidente Ibarra pidiendo por Dios que nadie institucionalizara la Inquisición de Llerena en Mérida. Por cierto, que Celdrán lo llama payo. Y qué gran payo tenemos.

Y así las aguas volvieron a su cauce, que llegó Electra y era de ver la ceremonia de la confusión. Electra está muy dolida con su madre, Clitemnestra, porque no le sienta bien el luto. Clitemnestra, amancebada con Egisto, se quitó a Agamenón, su padre, del medio. Llega Orestes como Bisbal, y Electra se moja los pies y nos cuenta y se pregunta dónde estará Orestes con Chenoa... El final fue magnífico, con Orestes diciendo la frase que dijo en Badajoz el teniente coronel Yagüe en el 36. El final fue apoteósico. El concejal primero del Ayuntamiento de Mérida le lanzó dos sonoros bravos a Electra, que la pobre no se lo creía junto a Mario Gas. Y llegó el gran teatro. Los actores se quitaron las máscaras y, como en el tinglado de la antigua farsa, tiraron las máscaras al suelo y leyeron el manifiesto de No a la guerra . Y aquello fue Troya. Los bravos se desbravaron y mientras los que no habíamos aplaudido nos desmelenábamos, otros increpaban a los actores ya sin máscaras. El teatro se vino abajo. Por fin la obra esperada. Nada de café descafeinado de la marca Sanchís Sinisterra, muy codiciada en posadas aldeanas. Uno detrás de mí soltó un hijo de p... España eterna y en conserva.