En Grecia se han quedado sin gases lacrimógenos con los que sofocar tanta revuelta, porque lo que empezó como una fiebre pasajera se ha convertido en una sublevación urbana en toda regla. Los problemas estudiantiles han sido el pretexto, la gota que ha colmado el vaso de la disconformidad, detrás está el descontento social, la precariedad laboral, los salarios basura, y lo que es aún peor: la falta de confianza en el futuro, la amarga certidumbre de que les espera una época caracterizada por un retroceso generacional, un tiempo en el que van a vivir peor de lo que lo hicieron sus antecesores.

Por eso surgen los primeros brotes de violencia, y la calle se llena de retos y de tribus urbanas, de un improvisado ejército dispuesto a apoderarse de los espacios abiertos, donde toman la iniciativa grupos de antisistema, de anarquistas, de sindicalistas, de profesionales del extremismo, de exaltados radicales que han dejado de creer en los juegos de prestidigitación de la política. A alguno de estos jóvenes no les mueve otra causa que la de tensar la cuerda con la que desgastar al gobierno del conservador Karamanlis , que pese a sus errores respecto al proceso de privatizaciones, o a la reforma de las pensiones, o su incapacidad para contener la carestía de la vida y el alto grado de corrupción de las instituciones como a un Gobierno legítimamente elegido, le asiste todo el derecho a que la alternancia se promueva desde un escrupuloso proceso electoral y no apelando a algo que hasta ahora no tiene precedentes como es el derrocamiento de un gobierno democrático mediante el uso incontrolado de la fuerza.

XNINGUNA DEx las contrapartidas ofrecida hasta ahora ha sido lo suficientemente atractiva como para desactivar este arrebato de ira callejera, ni el procesamiento de los agentes implicados en la muerte del joven de 15 años, tras la que parece estar el origen de la magnificación del conflicto, ni la dimisión no aceptada del ministro del Interior, ni tan siquiera las palabras ni los gestos del presidente llamando a la calma, nada sirve para reconvertir esta ira desbordada, tal vez porque los que ahora se enfrentan, han llegado a un estado tal de enardecimiento, que ya no aceptan otra salida que no sea la quiebra de este modelo y el consiguiente derrocamiento de su actual presidente.

Entre otras cosas porque más que la actuación esporádica y no premeditada de un grupo de estudiantes inconformistas, se trata de un movimiento organizado que cuenta con las estrategias y los rudimentos propios de una guerrilla urbana, que se vale de modernos recursos tecnológicos como internet y los teléfonos móviles, así como de artefactos explosivos, bombas incendiarias y caretas antigás. Por otro lado los medios de comunicación, tal vez sin quererlo, les proporcionan una difusión que supone para ellos un mecanismo de retroalimentación que les sirve para combatir la desmoralización y el desánimo.

Los efectos de la crisis económica golpean indiscriminadamente a todos los países, pero causan un mayor estrago en los más desprotegidos y dentro de éstos en las capas sociales más desfavorecidas, que actúan a modo de avanzadilla de lo que más tarde pudiera hacerse extensible al resto del mundo, de ahí la trascendencia que tiene en estos momentos el mantenimiento de las políticas sociales, que si no son todo lo determinantes que debieran como para cambiar las circunstancias estructurales de la crisis, sirven al menos para atenuar sus efectos colaterales, proporcionando el tiempo de espera suficiente hasta que el temporal escampe. En Grecia, junto a la crisis económica pervive otra crisis institucional, a la que hay que sumarle otra de carácter social, y las tres interactúan sobre un determinado sustrato de la ciudadanía.

Atravesamos una época caracterizada por la apatía, donde el pasotismo hace estragos a edades cada vez más tempranas. Si nos atenemos al último informe difundido por el Instituto de la Juventud, sólo un porcentaje mínimo de jóvenes españoles se sienten interesados por la política, y es que los tiempos de calma embotan el espíritu de los más aguerridos, pero cuando la situación lo requiere, la juventud es la primera en ponerse al frente y promover cualquier regeneración política o social.

Tal vez la situación por la que atraviesa Grecia no sea la misma que la de España, pero existe un paralelismo entre ambas realidades que no conviene olvidar. Basta ver la respuesta dada por la juventud española a su convocatoria de solidaridad. Una sola llamada fue suficiente para que en Madrid, lo mismo que en otras capitales europeas, se produjeran toda clase de disturbios, algo que nos recordó que estamos inevitablemente unidos por los hilos invisibles de la globalidad, y que lo único que puede hacerse contra estas revueltas es evitar sus comienzos, mantener el terreno desbrozado para que no salte la primera chispa, porque una vez que la mecha prende, lo demás es como luchar contra un ejército de sombras, ya que como pudo haber dicho Celaya , la juventud es un arma cargada de futuro, y hay pocas cosas que se le interpongan en su búsqueda de la justicia social.