No me gusta Greta porque no me gustan los nombres propios al frente de causas comunes. No me gusta porque cualquier fallo suyo, cualquier desliz, cualquier error pueden condenar la causa entera, o defraudar el fervor entusiasta que muchísimos jóvenes demuestran ahora. Si ha servido para esto, bienvenida sea, aunque a mí no me guste.

Gracias a ella, pero también al acoso mediático que ha sufrido su figura, la gente se ha echado a la calle para protestar por una evidencia cada vez mayor, anunciada mil veces por la voz de Casandra de los científicos. Ha tenido que venir una adolescente a recordarnos que casi nos hemos cargado el planeta, que el mar tenía fondo, que no era un inmenso cubo de basura, y que nuestro voraz consumo acarreaba consecuencias. Ella ha sido la persona que ha aglutinado las quejas, y también la que ha sufrido los insultos. Quizá si fuera una belleza al uso, una cantante rompedora de uñas kilométricas o un futbolista de elite, las críticas hubieran sido menores, pero Greta es una adolescente bajita, ajena por ahora a las marcas y que no ha batido ningún récord mundial ni posa en las redes sociales con el último bolso de moda.

Hemos soportado en la prensa el ensalzamiento de vacuidades varias y ahora vemos el ensañamiento con que se trata a una chica erigida en adalid de una causa. Si a mí no me agrada, es solo porque individualizar en lo común no suele llevar a buen puerto, y porque creo que dieciséis años son muy pocos para soportar este peso, sin perder la cabeza aunque sea solo un poco; el caso es que miro sus ojos en apariencia inexpresivos, contemplo su cuerpo pequeño y su determinación grande y me digo que alguien que recibe una campaña de desprestigio tan poderosamente organizada se merece al menos la sombra de una duda.

Por eso, aunque no me gustan los pedestales, no voy a criticar a esta niña que escapa de las modas, que no cuelga vídeos haciendo monerías ni atuendos de fin de semana en instagram. Meterse con su físico, con sus aptitudes y con sus defectos es el ataque fácil de los abusones de siempre, que creen que la ecología es de izquierdas, el cambio climático, de progres, y la indignación pública una entelequia fácilmente manipulable por una niña que ni es influencer ni nada que merezca la pena ensalzar como modelo para una juventud que quieren apática y sin conciencia.

*Profesora y escritora.