A medida que se acerca el otoño, y con él la fase de expansión de la gripe A, las autoridades sanitarias van concretando las medidas para combatirla. Se trata de un reto que exigirá de los ciudadanos un ejercicio de sentido común y de responsabilidad para limitar la extensión del virus y sus consecuencias: por ejemplo, es básico cumplir correctamente las recomendaciones en cuanto a higiene y hábitos y no caer en un temor exagerado que puede colapsar las consultar médicas y los hospitales. Pero eso no obsta para que la actuación más determinante corresponda a la Administración, en primera instancia con las medidas preventivas, es decir, la vacunación.

Conviene recordar que los plazos para fabricar y administrar la vacuna no pueden acortarse, y en España el antídoto no estará disponible para su aplicación hasta dentro de dos meses, un mes más tarde de la fecha en la que se prevé la primera gran oleada de contagios.

Cabe resaltar que Gobierno, oposición y la clase política en general están mostrando seriedad al afrontar la crisis sanitaria que se avecina, sin haber caído en la pésima tentación de convertir en polémica de bajo vuelo un problema que, con razón, preocupa a la sociedad. No debería ser necesario hacerse eco de esta actitud responsable, pero llama positivamente la atención por ser infrecuente. Que no se tuerza.