Me resulta realmente indignante tener que leer y escuchar lo bien que se está gestionando esta vuelta a las aulas con ese aire de normalidad y gestión eficaz y eficiente, tanto en medios como en titulares, mientras precisamente son los propios centros y docentes los que en su vocación y dedicación, ante la imposibilidad de gestión por falta de recursos y de personal, gritan y lloran en silencio, por no ser marcados ni señalados ni querer señalarse, por la falta de material, de pautas legales que les ofrezcan respaldo jurídico, de normas y criterios claros y detallados en decretos u órdenes, o simplemente porque les es imposible llevar a cabo aquello que oyen en sus telediarios y que sus padres y madres les exigen.

Por poner un ejemplo, unas veces son dieciocho alumnos, otras veinte y a la hora de la verdad veinticinco. Escuchar que las “clases empezarán con la nueva normalidad, con los miles de pupitres y mascarillas compradas pero hoy, por ayer, día 09 de septiembre, en muchos centros ni están todos los pupitres unipersonales, ni hay mascarillas, por no haber, no hay ni muchos maestros o profesores, y así no hay manera de empezar, sólo la orden política, que quiero pensar no educativa, de comenzar el curso lectivo un diez de Septiembre. O al menos parecerlo, porque muchos centros ya han notificado la imposibilidad de ello a las familias.

Lo siento, y mira que soy consciente que se está haciendo lo humanamente posible por parte de nuestra Administración para que el curso comience bien, pero lo que no es de recibo no es de recibo, y si con la voluntad no les ha servido, que no les ha servido, no se las pidan a sus docentes.

Nuestros equipos directivos no han tenido vacaciones, más bien noches sin dormir. Una medalla no, un monumento, pero no sólo a ellos, a los compañeros que llevan diez días además de hacer de profesionales de la educación de profesionales de la improvisación, del orden y de la distancia.

Nunca tantos, debieron tanto a tan pocos. Porque somos pocos. Una muchacha, que debe saber de financiación o de política, algo menos de matemáticas, criticaba que dijera que para un comienzo seguro haría falta triplicar las plantillas. Bien, como si fuera para un alumno de Primaria. Si Sanidad desaconseja grupos de más de diez, divida en un aula de bachillerato con treinta alumnos, incluso reparta veinticinco en diez. Otra cosa es que no sea posible o no haya recursos. Pero ese no es mi problema, es el suyo y por desgracia, el nuestro.

Hoy nuestros niños vuelven a las aulas, dirán nuestros medios de comunicación. Y seguro sólo saldrán infantes contentos, madres y padres preocupados por el contagio pero confiados en su regreso. Sí, deben estarlo, pero porque confían en Laura, maestra de segundo curso de Primaria. Porque confían en José Emilio, tutor de cuarto de la ESO, y si no conocen a su tutor/a, siguen confiando, porque saben que a pesar de la Administración, los de a pie de aula, a los que nos han dado una medalla, van a hacer lo indecible por garantizar el mejor escenario en el peor escenario. Y porque los gritos del silencio ni se oyen ni se quieren escuchar.