TPtarafraseando a Ibarra, uno se afilia a un partido de izquierdas porque tiene la necesidad de unirse a personas que piensan y sienten como tú. Sin embargo, no pasan los días sin que tengas que someterte al hartazgo del sibilino juicio "de los buenos y los malos". Sucede en todas las agrupaciones humanas: sociedades, sindicatos, partidos políticos... En unas con más fuerza que en otras. Observas gentes mediocres e incluso también inteligentes. Con la mala fortuna que se hacen notar más los primeros que los segundos.

Pero la militancia no es una mera elucubración parcial. Tampoco es la utilización partidista en el sentido de dividir. Ni siquiera consiste en fagocitar conclusiones.

Los problemas vienen cuando se frustran expectativas autogeneradas. Insatisfacciones alimentadas artificialmente. Futuros productos de conciliábulos. Da pena pensar en que primen las afinidades sectarias a las competencias personales. Ese es el refugio de los débiles. Por consiguiente, sería un ejercicio de sana democracia en todas las organizaciones sociales y políticas que rompiéramos el yugo de los grupos de presión. Que fusionáramos ideas con ideología. Que tras la disputa interna renaciera la unidad colectiva. El denominador común. La atracción de lo afín.

*Doctor en Historia