XExl presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha devuelto a la actualidad una cuestión nada nueva, la reivindicación de Guadalupe para una de las diócesis extremeñas. Inmediatamente ha salido al paso de la solicitud el arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares , quien continúa en la actitud de sus predecesores: la de no ceder el enclave mariano bajo ningún concepto.

El obispo toledano ha entendido la cuestión, según noticias de prensa, como una ingerencia externa. ¿Debe calificarse de tal modo la opinión de los seglares? ¿La Iglesia es sólo el clero, la jerarquía eclesiástica?

Objeta el monseñor que la petición formulada (no sólo por Ibarra, ni tampoco en tiempo presente), supone que se nos quiere imponer un laicismo radical, un mundo sin Dios . ¡Bonito alegato! Como si el hecho de que Guadalupe perteneciese a la provincia eclesiástica de Extremadura llevara aparejado un mundo sin Dios . Como si el traspasar la administración eclesiástica de la puebla y su monasterio a la diócesis de Plasencia, por ejemplo, supusiera que la Virgen de Guadalupe iba a dejar de ser la Reina de las Españas y de la Hispanidad , al tiempo que patrona de esta tierra nuestra.

Nadie ha negado nunca la universalidad de la figura de santa María de Guadalupe. Pero se ha pedido repetidas veces, con firmeza, que deje de ser toledana y pase a ser extremeña. Ello no mermará la fe, ni impedirá el trabajo pastoral, ni tiene por qué dividir a la comunidad eclesiástica. Ahora sí está dividida, y la Iglesia tiene toda la responsabilidad en tal situación y ámbito. El antiguo reparto del territorio extremeño entre las diversas diócesis periféricas de la región colea aún. ¡Y eso sí que divide!. Aunque la denominación no guste ni poco ni mucho, la situación actual es como la de un colonialismo, como un Gibraltar extremeño.

Don Antonio Cañizares parece entender que la reivindicación de Guadalupe es cosa inadmisible, y quiere hacerla olvidar con la promesa de solicitar al Vaticano que conceda a Guadalupe la celebración permanente de su año jubilar. De alguna manera pretende hacer ver que la idea de separar Guadalupe de su diócesis es cosa de quienes o no saben lo que dicen, o pretenden únicamente hacer ruido y molestar. Y está muy equivocado si así lo cree.

Los extremeños, desde tiempo atrás, estamos empeñados en la recuperación de todo nuestro territorio y de todas nuestras señas de identidad, incluidas las religiosas. Me atrevería a recomendar a monseñor Cañizares el libro La Iglesia en Extremadura , con aportaciones de importantes clérigos y seglares de las tres diócesis extremeñas. En ese libro se pedía la supresión de la invasión de la diócesis de Toledo en Extremadura. Porque no era únicamente Guadalupe lo que se había hurtado a la administración de la Iglesia extremeña, sino un territorio de 4.161 kilómetros cuadrados, en los que vivían 71.937 habitantes, encuadrados en 32 parroquias y 12 municipios.

En el libro de referencia se afirma que "La actual división territorial eclesiástica, que en tiempos pasados pudo tener sus motivos, hoy y cada día más es insoportable por constituir un atentado contra Extremadura", así como que "es perfectamente lógica la aspiración de toda Extremadura (para) que el santuario de Guadalupe quede incorporado a una diócesis extremeña". Y una conclusión de dicho libro es que los municipios extremeños incorporados a la diócesis de Toledo "deben integrarse en la diócesis de Plasencia"

Como puede verse, la cuestión no es cosa de hoy, ni es ni ha sido ajena a la pretensión del pueblo extremeño, clero incluido. Hay que continuar, pues, la reivindicación hasta lograr el propósito que la anima.

*Periodista