El nuncio del Papa en España, monseñor Manuel Monteiro de Castro, que visitó ayer Cáceres para asistir a la inauguración de la nueva ubicación del archivo de la diócesis de Coria-Cáceres y a la bajada de la Virgen de la Montaña desde su Santuario a la Concatedral de Santa María, cometió un desliz ante los medios de comunicación que resulta inquietante. Monseñor Monteiro dio muestras no solo de que desconocía que la Virgen de Guadalupe es la Patrona de Extremadura, sino de la ya histórica reivindicación de que la localidad y su monasterio, que ahora pertenece a la diócesis de Toledo, pase a integrarse en la provincia eclesiástica extremeña. Monteiro respondió a las preguntas de los periodistas sobre este asunto con otra pregunta: "¿Es la Patrona de Extremadura? Entonces hay que estudiarlo porque ahora no tengo respuesta para eso", dijo.

El problema no es que el representante del Vaticano en nuestro país no quede en buen lugar por ignorar el patronazgo de Guadalupe, que también es de la Hispanidad, sobre Extremadura, sino que le resulte nuevo lo que ha sido objeto de múltiples gestiones y desvelos ante Roma, sobre todo del anterior arzobispo de la diócesis de Mérida-Badajoz, Antonio Montero, para que Guadalupe se integre en la Iglesia de la región porque forma parte de su historia. La inquietud surge de la duda de si la seguramente despreocupada pregunta de Monterio obedece a su ignorancia personal o a que el contencioso extremeño sobre Guadalupe es desconocido para Roma. Si es lo último, todo lo hecho hasta ahora sobre la extremeñidad de Guadalupe ha servido para poco, y habrá que empezar de nuevo.