A pesar de que en España todo es posible, me cuesta creer que, tras 35 años de democracia, aún la Guardia Civil muestre, en su trato para con los ciudadanos, una conducta tan poco conforme con el desarrollo democrático de España, sino propia más bien de regímenes dictatoriales.

La otra noche, en las proximidades de Llerena, mi hermano y yo fuimos objeto del control policial más abusivo de nuestras vidas: cinco guardias civiles que, tras pedirnos y verificar nuestra identidad, e inexplicable pero ciertamente molestos por la calmada resignación con que nos sometimos al control (respetuosos para con ellos, pero sin el servil sometimiento que acaso esperaban), nos registraron, cachearon y retuvieron durante muy largo rato, deparándonos un trato muy poco respetuoso o educado, deslumbrándonos constantemente a los ojos con sus potentes linternas, faltando a su obligación de identificarse cuando así se lo pedimos, sin ofrecernos explicación alguna, dándonos órdenes repetitivas, o claramente tendentes a dilatar nuestra marcha, y haciendo afirmaciones del tenor de "a ustedes les está prohibido replicarnos", "aquí no tienen derecho a expresar su opinión", o "les retendremos el tiempo que nos parezca", y tratándonos, en fin, de forma que nos hizo sentir chuleados, humillados y maltrecha nuestra dignidad.

Es lamentable que este tipo de intervenciones sean aún posibles, pero desde luego explican, en mi opinión, la antipatía, e incluso el odio, que la Guardia Civil ha suscitado, y sigue suscitando, hasta entre la ciudadanía más respetable.

Pablo Alejandre Calviño **

Badajoz