Hace meses que países directa e indirectamente afectados por el conflicto de Malí se habían puesto de acuerdo sobre la necesidad de detener el avance de independentistas e islamistas para asegurar los varios intereses económicos (los de Francia en primer lugar) y dar estabilidad a aquella región africana, con Argelia como primera interesada (comparte 2.000 kilómetros de frontera con Malí).

La intervención debían protagonizarla tropas multinacionales africanas entrenadas por países de la UE y EEUU. Pero esta fuerza no se improvisa en dos días y, mientras se fijaba el lejano mes de septiembre para su puesta a punto, los distintos grupos que controlan el norte llegaron a 500 kilómetros de la capital, Bamako. Fue la señal de alarma para que Francia lanzara una intervención el fin de semana con el visto bueno de las Naciones Unidas. El riesgo asumido por François Hollande es muy grande y el presidente francés puede encontrarse muy solo en Malí.