La base aérea de Talavera la Real será escenario desde el próximo miércoles del envío de nuevas tropas españolas al infierno de Irak, en una súbita decisión tomada por el Ministerio de Defensa con el objetivo de proceder al reemplazo tras los asesinatos del pasado sábado. Y en este caso será la Brigada Extremadura XI, formada por un contingente de más de 1.200 soldados, la que proceda al relevo. Las unidades militares, que saldrán en su mayor parte de la base de Bótoa, desplegarán sus efectivos en ciudades como Nayaf y Diwaniya, relativamente en calma si tomamos como referencia las localizaciones de los últimos atentados contra las fuerzas internacionales. Pero en una guerra de nada sirve hablar de tranquilidad. Nuestros soldados y sus familias saben mejor que nadie lo que les espera en una misión que sólo tiene un supuesto sentido humanitario a ojos del Gobierno de José María Aznar.

Extremadura, a través de los militares aquí destacados, se implica así en una aventura bélica que casi todos rechazamos y que nadie es capaz de explicar sin desbrozar intereses que van mucho más lejos de la lucha contra el terrorismo. Justificaciones vacías para una posguerra que nadie quiso y a la que se ven abocados a responder con sus vidas jóvenes que también cuestionan nuestra presencia en Irak.