Menuda la ha liado el señorito Alfonso con motivo de la victoria de Gómez en las primarias madrileñas. Reposado su exabrupto en este remanso de puente hispano, vuelvo sobre el proceder del ácido político que siempre hizo las delicias de la izquierda hasta que ya no mola. A mí su indudable ingenio siempre me pareció doloroso y dolorido, hiriente y amargado, compensado quizás por la leyenda de hombre galante, sensible, educadísimo y muy culto. Lo que ha trascendido de su áspera actitud es que había dos facciones en el PSOE y que una ha ganado y otra ha perdido. Con su retintín desdice el discurso oficial de aquel al que apoya, el señorito Tomás, empeñado en negar con visión de partido la existencia de vencedores y vencidos para enfrentarse a Aguirre con apariencia de unión. Lo curioso es el enfado de las féminas muy feministas a las que, como la prensa conservadora ha destacado, nunca oí protestar cuando llamó a Soledad Becerril "Carlos II, vestido de Mariquita Pérez", expresión mucho más insultante, estridente, sarcástica, malévola y malintencionada que el inofensivo "señorita" de la actualidad. ¿O es que por ser popular Becerril es menos mujer? Yo no considero a Guerra machista pero sí que, según su costumbre, quiso ofender. Muchas veces he lamentado que las mujeres se defiendan de los ataques políticos amparándose en su condición de mujer. Es un victimismo que no soporto. Trinidad Jiménez ha sido lo suficientemente lista y elegante para no hacerlo, pero el coro de plañideras que ha saltado herida en su dignidad es otra cosa. Algo así como Elena Salgado cuando acusó a Rajoy de machista por ningunearla en aquel debate sobre economía. El "señorita" de Guerra es una antigualla llena de rencor, pero no de sexo sino de clase. Guerra insinuaba que Jiménez es una enchufada, una rica, una pija en el peor sentido de la palabra, no una auténtica socialista como él y los suyos. Si el candidato contrario a su opción hubiera sido un hombre lo hubiera tratado con igual menosprecio. El siempre ha sido así. No sé de qué se extrañan ahora.