Resulta que los mayas no fueron una civilización tan pacífica como se pensaba y que en su época de apogeo utilizaron tácticas de guerra total tan suavecitas como quemar ciudades enteras para restablecer su poder amenazado. Al mismo tiempo levantaban portentosas edificaciones que demuestran una cultura sofisticada y de hecho consiguieron importantes avances en el campo de las matemáticas, la astronomía y la arquitectura. No es que fueran unos angelitos estos mayas, pero al menos se pensaba que su tipo de guerra favorita era la ritual y no la total.

Así que muchos estudiosos, amigos o necesitados de encontrar el ideal en todo lo exótico, habían sublimado esa cultura, cuando en realidad su modo de conseguir poder y respeto en nada difería del empleado por romanos o cartagineses para ensanchar sus dominios. Muerte y destrucción al otro, en beneficio de lo propio. Desde siempre ha sido ese el modo en que se forjan los imperios poderosos.

Y en estos tiempos que corren, en los que el poder para destruir es tal que con solo un click podría acabarse con la tierra toda, junto a la revisión constante de la cultura de la paz que cuestiona la conveniencia de poner freno a la carrera de armamentos, parece que los poderosos se entretienen con otro tipo de guerritas, quizá para recordarnos que nos tienen en sus manos, y que hacer a su país grande otra vez, el que sea, siempre será en perjuicio de los que no son ellos, con un caudal ingente y atroz de terrible alcance.

Estoy leyendo un libro en el que relata cómo las consecuencias del crack del 29 tardaron dos años en afectar a la vida de una familia de ferreteros del norte de Francia. Diez años después Europa caía en poder de los totalitarismos que llevaron al mundo a una nueva guerra que debería haber sido ser la última. No aprenden los humanos y con otros líderes y con un poco más de hipocresía pero asistidos con el nuevo armamento informático, ensayan guerras económicas, guerras de divisas, guerras de precios, guerras de imagen, guerras de comunicados. Guerras de lo que sea. El caso es ganar.

*Profesora.