Que Extremadura conmemore por primera vez la fiesta nacional portuguesa y lo haga en Badajoz da pie más a un 'cómo no lo hemos pensado antes' que a la sorpresa. Es un gesto de afecto con los vecinos, con quienes compartimos historia, una realidad difícil en la actualidad y, cada vez más, un respeto y admiración hacia las respectivas culturas, además de una relación socioeconómica, elementos todos con los que afrontar un futuro que será mejor cuanto más común sea. Felicidades.