Se nos ha roto el tiempo, se nos han roto los abrazos, los besos, las tertulias... se nos ha roto la libertad, los momentos caprichosos, la charla tonta donde el tiempo cunde poco, los pensamientos absurdos donde el tiempo pasa rápido... se nos han roto los planes que hacen pasar las horas felices, todo está roto y el tiempo roto sigue contando sin inmutarse, olvidando que nuestra lucha es una guerra con él roto. Se nos ha roto el tiempo, está destrozando el poder falso de nuestra vanidad, ni un meteorito, ni un terremoto, ni un diluvio, ni una guerra... el tiempo roto lo ha originado algo tan diminuto que es invisible, algo que ha okupado nuestro cuerpo haciéndolo su vía de transporte y que además nos mata, algo que a lo mejor hemos creado nosotros y ahora no sabemos destruirlo, algo tan fuerte que ni bombas, ni fusiles, ni tanques, ni aviones, ni dinero, ni nada de todo lo que hemos fabricado para matar puede eliminarlo. Qué fortaleza la nuestra ante un tiempo roto: ninguna; taparnos la boca, lavarnos las manos y encerrarnos en casa hasta que además del tiempo se rompa nuestro cerebro sin saber qué hacer... Los que manejan el tema entre otras cosas se gastan tropecientos mil millones en ir a Marte para ver si existen microbios, virus, bacterias... mientras la cuestión de la búsqueda de remedios en la Tierra lo dejan para luego. El tiempo está ahí, pero está roto, nadie puede utilizarlo a su antojo, siega vidas.