XTxodos somos receptivos a los elogios. Porque, a fin de cuentas, ¿a quién no le gusta recibir rosas de tallo largo , como diría mi admirado Leonard Cohen, el poeta canadiense que tan bien ha sabido reflejar la condición humana en sus canciones? Además, a poco generosos que seamos, no sólo nos agradará recibirlos, sino hacerlos, especialmente a los seres más próximos.

Nunca se es suficientemente amable con aquellos a quienes aprecias. Y aunque los amantes digan y escuchen lisonjas que fuera de la intimidad sonarían ridículas, ello queda disculpado por la ceguera que produce el amor limpio y puro, sin mácula de interés material alguno.

Pero lo que en la vida privada es virtud y fruto de la generosidad, en la pública puede convertirse en defecto; en muestra de adulación por parte de quien atribuye méritos sin tino a quien no los tiene, o de vanidad, por parte de quien, impertérrito, se considera justo acreedor a tanta loa.

Pues no será dignidad lo que mueva a algunos a ensalzar sistemáticamente al jefe, o modestia lo que permita a éste aceptar alabanzas que sólo el servilismo produce. Pensarlo sería ingenuidad impropia de nuestra edad.

Aquí, en Extremadura, los contribuyentes sufragamos mal que nos pese publicaciones oficiales varias. Entre ellas, periódicos editados por algunas consejerías, que habrían de difundir entre sus lectores no sólo informaciones institucionales, sino opiniones razonables, críticas si se terciara, sobre lo que sucede en el ámbito al que dichas publicaciones se destinan. En el terreno de la enseñanza, concretamente, se publica todos los meses la Gaceta extremeña de la educación , con contenidos cuya temática cabe imaginar.

No voy a hacer ningún comentario, que sería necesariamente subjetivo, sobre los puntos de vista que predominan en sus páginas ni sobre cómo se selecciona la información. Tampoco sobre el tono oficialista de dicho periódico, de gran tirada, por cierto, cualquiera que sea el sentido que se le dé a esta palabra. Todo lector imparcial del mismo habrá sacado ya sus propias conclusiones. Pero un dato objetivo apoyará mi tesis sobre lo escandaloso de ciertos comportamientos públicos.

¿Saben ustedes cuántas fotografías aparecen del señor consejero en uno de los últimos número de la revista citada? ¿Pensarían que exagero si digo que no hay página en que no salga? Que si una inauguración, que si una entrega de premios, que si un viaje al extranjero para escuchar de labios de algún desconocido lo avanzados que estamos por aquí cualquier pretexto es válido.

Repito: ¿saben cuántas fotografías? Siete, ni una más ni una menos. En un solo número. Amén, claro, de las de algunos subalternos.

De modo que como no hay razón para atribuir tamaño despliegue a la iniciativa propia del señor consejero, al que consideramos persona sensata y poco narcisista, habrá que concluir que si se dan casos de culto a la personalidad como éste sin que los afectados reaccionen acaso sea porque en nuestra tierra se ha instalado una forma de hacer política en la que la sumisión al jefe y el miedo al perder los favores de éste se consideran normales. Y ello, cuando se amagó incluso con una posible modificación de la ley que regulará la futura televisión regional de forma que el nombramiento de su director no requisiese una mayoría cualificada (justamente lo contrario de lo que el Ejecutivo de Madrid intenta con el Poder Judicial), confirmaría algo que, también según Leonard Cohen, todo el mundo sabría: que los buenos perdieron y hoy hablamos con los bolsillos .

*Profesor