TAt los gobiernos socialistas se les escapa la inflación de las manos y, por consiguiente, el Indice de Precios al Consumo (IPC), eso que justifica que nos suban el precio de la cesta de la compra y que, en definitiva, nos mengüen los salarios que cobramos. El alza que vienen sufriendo los precios en los últimos meses ha sido sobradamente constatada por todos los ciudadanos, que llevan más quejas que productos en la cesta de la compra, con independencia de que el Instituto Nacional de Estadística certifique, barnice y cuantifique lo que es una realidad en la calle, porque cuando el INE va la calle ya está de vuelta.

Algunos de los artículos han subido mucho más de lo que es habitual en esta época del año, aunque se utilice la Navidad como justificante de la escalada. Es como si existiera un ilícito acuerdo entre los productores para aparcar el principio básico de la competencia y subir, todos a una, los precios de forma abusiva. Lo que está ocurriendo está más lejos del libre mercado que del mercado monopolista, pero ¿quién pone freno a una escalada que perjudica más al que menos tiene?

El Gobierno hace más esfuerzos para buscar justificaciones que para remediar lo que, según todos los expertos no es más que la punta del iceberg.

La sugerencia de sustituir productos básicos en la cesta de la compra, no es más que otra ocurrencia para parchear una realidad tozuda que no se puede sustituir con malabarismos estadísticos. Quitar el pollo, que computa en la estadística y poner en su lugar el conejo, que no computa es más que una solución una burla. Ya hubo un genio que para evitar el costo excesivo de las medicinas, se le ocurrió prohibir la enfermedad ¿Será el paso siguiente? Es ahí donde podemos encontrar situaciones de verdadera injusticia social, porque las necesidades no se mitigan con chascarrillos que, además, tienen muy poca gracia.

El secretario general de Agricultura y Alimentación, cualificadísimo portavoz del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, nos recomienda el consumo de conejo durante estas fiestas navideñas, entrometiéndose también en nuestras preferencias y tradiciones gastronómicas. ¿Si el vino es caro le echamos agua? Todo llegará.

El españolito medio, mucho más prudente que sus gobernantes, en lugar de irritarse con estas propuestas del TBO y mandar al Gobierno al quinto-, opta por la risa, el chiste y el cachondeo, para evitar que nos amarguen la vida, además de la cesta de la compra.

Eso de cambiar estas navidades el cordero, el pavo, el cochinillo, los mariscos- por lo del conejo, da mucho juego y ya hay chistes para un libro. ¿Predicará el Gobierno con el ejemplo? Sé que la interrogante ya es un motivo de risa.

Comer conejo, que es un animal ligero, de carne sana y barata, no nos hará correr más que la inflación que orada nuestros bolsillos y mejor nos iría si los responsables del desaguisado se entregaran a la tarea de encontrar más soluciones y menos ocurrencias.

Llevamos ya unos años con nuestra economía sometida a inestabilidades que vienen afectando gravemente a los bolsillos de todos los españoles, pero mucho más a los que tienen una economía precaria.

¿Conejo? Sí, vale, pero ¿habrá conejo para todos?

*Economista