El Gobierno sigue enredado en la madeja que varios de sus altos representantes están tejiendo en torno al proyecto de trasvase desde el pantano cacereño de Valdecañas a la cuenca del Segura. Del no se ha pasado al puede ser en espacio de menos de dos meses. Da la sensación de que el único que ha dicho la verdad entre esta maraña de declaraciones es el secretario de Estado del Agua, Josep Puxeu, quien manifestó el jueves pasado que esta aportación regular de agua desde Extremadura al Levante es una "buena opción" y que se trata de un proyecto que aún no está en estudio "por no queremos quemarlo". Más gráfico imposible. A la vista de estas palabras parece claro que en los próximos meses se introducirá en la agenda política la conveniencia o no de acometer esta costosísima conducción: 1.200 millones de euros. Habrá que valorar entonces si es más barato llevar agua de una punta otra de la Península o construir una desaladora en el Mediterráneo. Como también habrá que sopesar si Valdecañas tiene agua suficiente para garantizar un flujo anual al Levante. La conciencia sobre la solidaridad hidráulica está instalada entre los extremeños pero siempre que se justifique con claridad y nadie pierda.