El grave complejo de inferioridad que aqueja a importantes sectores de la Iglesia, ante los incesantes ataques y burlas que ésta padece procedentes del progresismo, provoca actuaciones extrañas. Como sucede respecto a las celebraciones escolares del macabro Halloween, introducido en España hace apenas unos lustros con éxito más que notable. Sin negar que el festejo tenga su gracia cuando se traslada al mundo infantil con sus divertidos disfraces, tampoco cabe ignorar los riesgos que conlleva de inducirles a frivolizar con el sentido de la muerte, o incluso a empatizar con lo diabólico. Por esta razón, en los colegios católicos deberían cuidarse de celebrarlo de modo que eclipse el auténtico significado de dos grandes fiestas cristianas como son la de Todos los Santos, y la de los Fieles Difuntos. Aunque más alarmante, por la confusión que genera, es lo sucedido en el Vaticano con ocasión del cacareado Sínodo de la Amazonia, donde se exhibieron unas estatuillas representando a la Pachamama (diosa indígena de la tierra) y un idolillo que parecía publicitar la viagra, llegando incluso a ser objetos de aparente culto por algunos clérigos que se postraron sumisamente ante ellos. Si unos fomentan hacer el zombi, a otros les encanta hacer el indio. Cualquier cosa antes de que te tachen de no parecer modernito.