TTtodas las personas aspiramos a vivir una larga existencia, y si esta se produce en buenas condiciones mucho mejor. Se trata de la evolución de una vida, en la que, al mismo tiempo, que vamos adquiriendo conocimientos, vamos apurando nuestras potencialidades físicas y síquicas. Queremos llegar lo más lejos posible del calendario y, desde luego, hacerlo en las mejores condiciones.

No siempre es fácil ese devenir histórico, circunstancias sociales, familiares, de salud van condicionando nuestra propia existencia. Pero no cabe duda, en circunstancias normales, que arrancarle días al calendario vital de cada uno debiera ser todo un reto para una sociedad que proclama como principio el máximo respeto hacia sus mayores y su incondicional adhesión al Estado social en políticas en favor de la denominada tercera edad.

De ahí, que cuando se habla de pensiones, de reforzar políticas activas en favor de nuestros mayores esta sociedad tiene que mostrarse radicalmente contraria al hecho de hacer recaer la denominada crisis, como afectación, en este colectivo social; que tanto ha dado y de cuya trayectoria vital todos nos beneficiamos. En este sentido, siendo conscientes del hecho de que esa vejez o madurez, más allá de los sesenta y cinco años, como edad estandarizada, implica, efectivamente, una serie de limitaciones, aporta, no obstante, una diversidad de potencialidades en relación a una mayor serenidad, madurez, experiencia, y perspectiva vital histórica y social.

Y ahora, pues así se reconoce están siendo verdaderos soportes de muchos de los miembros más jóvenes de sus familias. Quizás por esto duele especialmente leer en la prensa, el asesinato de una anciana de Oliva de la Frontera, de 80 años, fallecida el pasado día 1 de enero en el Hospital Infanta Cristina a consecuencia de las lesiones sufridas, supuestamente por haber recibido una paliza, a manos de un familiar directo. Lamentable y reprobable desde todos los puntos de vista. Un crimen que hay que condenar, y sobre el que se debe pedir la mayor de las condenas, desde el punto de vista penal y el más radical reproche social

XEN ESTA SOCIEDADx tan parapetada por lo actual, y que esquiva, en demasía, todo aquello que viene de la experiencia de lo que algunos llaman, la propia vida, debiera pararse algo y reflexionar acerca del papel de nuestros mayores, de toda aquella gente que llegada a su vejez reclama de esta sociedad el grado de tolerancia que muchos de ellos han sabido aportar a la misma, en circunstancias y en tiempos históricos más difíciles que los actuales.

El eslabón que en esta sociedad, cada vez más cegata hacia sus mayores, representa padre/madre/ nieto/a/ abuelo/a es clave si queremos seguir aspirando a esa gran familia de tres generaciones. Aquella capaz de no quedarse en la cuneta y esto a veces puede resultar literal a esos mayores, que bajo el signo de la soledad, resultan propensos a las denominadas enfermedades seniles, y otros tipos de patologías que actúan de forma fácil en aquellos que reducen su etapa de mayor madurez a la más absoluta de las soledades.

Parece haberse perdido ese diálogo intergeneracional, entre mayores y jóvenes, aquel que servía de puente de comunicación del pasado, con el presente, mediante el respeto y el saber escuchar. Esa especie de despiste del mayor, aquejado por cualquier tipo de dolencia parece ser la causa para rechazarlo y decir este tipo está senil, en un tono tan despreciativo, que a veces una tiene la sensación que en esta vida sólo interesa estar con los denominados válidos, como si la senectud no fuera la meta a la que aspiramos todos, o la inmensa mayoría.

En este sentido, todos debemos ser muy sinceros hacia aquellas personas que nos rodean, después de haber legado a esta vida y a sus seres cercanos parte de su trayectoria vital. Puede resultar extraño o quizás a veces duro esto de ir arrastrando días al calendario, pero como decía Ingmar Bergman, la vejez, como experiencia vital, puede resultar algo así como escalar una gran montaña, y efectivamente, mientras se sube las fuerzas empiezan a disminuir, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena.