Y si lo somos, como trata de enseñarnos el lema, no lo somos ni en la misma medida ni en idéntico sentido. Unos lo son como ávidos secuaces del insaciable minotauro, y otros que, como probos ciudadanos, somos molestados, perseguidos y esquilmados sin compasión alguna, ymenos, sin concedernos el beneficio de la duda a los que nunca hemos tenido un duro, y ahora tenemos dos o tres euros en efectivo y algo donde reclinar la cabeza.

A lo peor, los jefecillos de Hacienda sólo saben que hay que perseguir denodadamente a los estafadores, a los hábiles sorteadores de sus deberes para con Hacienda, y a los escrutadores de los vericuetos de las leyes tributarias. Pero también, asesorar, por medio de la Agencia Tributaria, a los ignorantes, distraídos, novatos y otros probos ciudadanos que no tenemos ni la más pajolera idea de Tributación, de Derecho Administrativo y Comercial... No es momento de contarles ahora una larga historia de ignorancia por mi parte, de mala fe por la otra, de dejación del deber primordial de quien atiende una ventanilla que debería ser tan sagrada como las rejillas de un confesionario, cebándose despiadadamente en un pobre hombre (en sentido dinerario). Y no me pidan nombres ni papeles con los que demostrar estas muy serias afirmaciones que cualquiera puede haber experimentado. Porque ya se cuidan en Hacienda de salvaguardar su impunidad y la de algunos de sus empleados bajo el refugio del anonimato y el sentido corporativo. Y si cometen un facilísimo error con simplemente presionar una tecla, le pueden estar molestando durante años. Yo llevo tres, por ahora. Y no por un error, sino por falta del más elemental sentido profesional. Esta fue la advertencia, más omenos: "Le voy a conceder la devolución, pero el año que viene va a tener problemas". Es ahora cuando he entendido por deducción la casilla que rellenó que no me afectaba ni me afecta en absoluto. ¿La Agencia Tributaria está para crear problemas? Y usted, lector, ¿a qué Hacienda pertenece?

José Navas Luque **

Correo electrónico