El carácter electoralista con el que se está manchando todo lo que acontece en nuestro país está haciendo estragos en una ciudadanía que se debate entre el enconamiento de los más ideologizados y el hartazgo y la desazón de quienes observan, con terror, las violentas embestidas de los partidos políticos.

Pero todavía no ha llegado lo peor. Porque, cuando la celebración de las elecciones sea inminente, el aire se volverá aún más pesado, hasta el punto de resultar casi irrespirable. Y no quedará otra que armarse de paciencia, frente a tan desagradable situación, porque las democracias modernas parecen estar indisolublemente vinculadas a las peores imperfecciones humanas.

Mientras tanto, entre que llega o no el momento salvífico -y balsámico- en que, por fin, se podrá ejecutar el acto democrático más íntimo y verdadero, que es el de votar, sería recomendable que, de cuando en cuando, el personal se diese una vuelta por recónditos campos, donde no haya cobertura móvil ni señal de televisión, para oxigenarse y poder mantener un mínimo de cordura mientras que un tifón de manipulaciones y maledicencias azota la vida pública española.

Porque los ciudadanos han de tener claro que, en las semanas previas a la celebración de los próximos comicios electorales, van a recibir, por diferentes vías y bajo las más variadas apariencias, cantidad de noticias falsas y bulos, a través de los que los partidos tratarán de teledirigir el voto.

Por eso, se hacen más necesarios que nunca el reforzamiento de la personalidad, la forja de un criterio propio, la alimentación de la capacidad de discernimiento, la musculación de la conciencia, y el uso de gafas bien graduadas y abrigadas orejeras. Porque, a través del plano sensitivo, van a tratar de inyectarnos morralla pura, y solo nuestro entendimiento y el afán por conocer la verdad sobre las cosas (a través de la lectura, la exploración, y los procesos de confirmación y refutación) podrán salvarnos de convertirnos en meras víctimas del hackeo al que tratarán de someternos las organizaciones políticas.