No sé si es cierto cuanto leemos y sabemos acerca de la crisis y sus nefastas consecuencias. Nosotros no sabemos nada de lo que ocurre en las reuniones que celebran los poderosos, unas con más luz y otras a oscuras. Pero no pasa nada; nadie puede enfrentarse ni opinar sobre lo que no conoce ni sobre lo que no controla. Y está claro que este tema se nos escapa por desinformación. Pero yo no soy antinada, que quede claro. Dicho esto, decidamos nuestro día a día --o sea, nuestro futuro-- con naturalidad. Y decidamos sobre lo que realmente sí sabemos controlar y hacer: si usted es un buen hornero, haga el pan con profesionalidad y cariño; si usted es taxista, mime a su pasajero; si usted es floricultor, cuide sus esquejes y piense en un mercado global, sueñe sin temor y no tiemble como una petunia; si usted es restaurador, reciba a cada cliente como si fuera el primero y dele bien de comer, y si bajan sus ingresos, baje sus gastos. Pero, sobre todo, sea optimista. Ante las crisis, solo nos queda la alternativa de ser cada vez más profesionales, más empeñados en nuestra vocación, más emprendedores. Ahora es el momento de creer en nosotros mismos. Ya sé que hay infinitas personas quejosas con el sistema y que lo están pasando fatal. Vayan mis respetos para ellas, aunque yo no me quiero mover en la queja permanente. No me apunto al llanto de esperar que alguien me lance un salvavidas. Apostemos por entendernos y potenciemos nuestros valores. Basta de lágrimas. Saldremos de este trance solos. Lo importante de verdad es que usted y yo hagamos bien mañana lo que sabemos hacer, y con una sonrisa. El resto es la crisis.

Marcel Abbad **

Correo electrónico