La convocatoria de elecciones legislativas y presidenciales en Haití, para el 28 próximo, está siendo cuestionada por cada vez más voces de la comunidad internacional y de la intelectualidad haitiana. Un país que vive bajo los efectos del devastador terremoto de enero, con cientos de miles de personas desplazadas, que sufren todas las inclemencias del tiempo, especialmente las tormentas tropicales, en medio de condiciones higiénico-sanitarias y alimenticias de muy bajo nivel, y que sufre una epidemia de cólera gravísima que ya está rondando las 1.000 muertes...; un país en esas condiciones ¿está preparado para afrontar unas elecciones presidenciales? ¿Cuáles serían las opciones de no celebrarse las elecciones? ¿Cuál sería el papel de la comunidad internacional presente en este país?

Haití está sumida en un caos cada vez mayor y que precisa de fuerte apoyo de la Comunidad Internacional. Pero hasta ahora, las tres Conferencias de Donantes celebradas por los países de apoyo han concluido con compromisos de fondos para su reconstrucción, pero todavía no se han desembolsado. Ni siquiera existe un plan real de reconstrucción y las gentes siguen viviendo en el desamparo casi absoluto sin ninguna previsión sobre su futuro. Plantear en esta situación una campaña electoral seria, con garantías de participación y elección democrática, no parece lo más oportuno, a no ser que se pretenda hacer un paripé. Y es que convocar unas elecciones presidenciales y legislativas en un país que se encuentra en medio del caos podría llevar a una situación de mayor desorganización de la que hay y retrasar por varios meses el necesario avance del apoyo a los habitantes. Por eso debería de plantearse la Comunidad Internacional si no sería mucho más importante y necesario para la población, aplazar por un periodo de dos años la celebración de dichas elecciones, de forma tal que diera tiempo a una mínima recuperación del país, implantando una fórmula de administración conjunta que permitiera a Naciones Unidas apoyar todo el proceso de reconstrucción garantizando la buena gestión y la transparencia de los fondos al tiempo que la población haitiana pueda recomponer sus niveles básicos de habitabilidad, de salud, de educación, saliendo poco a poco de la crisis humanitaria en la que viven y dando paso a unas elecciones democráticas que en estos momentos se acercan más al esperpento que a la necesidad. Haití es país que actualmente tiene centrada su atención en los ataúdes, no en las urnas.