TJtosé María Aznar ve la OTAN como la superpolicía mundial que no es, y Javier Solana quiere que sea el gendarme bueno al que nadie quiere financiar. Por razones políticamente opuestas, estos dos españoles ocupan estos días un lugar muy destacado en el retablo de la actualidad internacional. Aznar porque quiere que la OTAN intervenga en el Líbano; Javier Solana porque, como enviado de la UE, está en el Líbano intentando allegar voluntades para que las fuerzas libanesas prooccidentales empiecen a jugar algún papel en la crisis.

Hezbolá, la milicia chií que provocó la intervención israelí en el Líbano al atacar a una patrulla israelí y secuestrar a dos soldados, tiene representación en el Parlamento Libanés (alrededor del 10%) pero no goza de simpatía entre buena parte del resto de la población del País de los Cedros. Sólo la población que apoyaba la presencia de Siria en el país respalda las acciones de esta milicia poderosamente armada por Irán. Crean más problemas de los que resuelven pero las Fuerzas Armadas libanesas no pueden con ellas.

Solana busca apoyo para desplegar tropas europeas en las fronteras sur y este del Líbano: frontera con Israel y frontera con Siria. Signiora , el primer ministro libanés, un hombre que tiene fama de apocado, no acaba de decidirse. Tampoco sabemos que Israel haya dado su consentimiento a esa fuerza de interposición cuyo despliegue --si llega a producirse-- ocuparía la zona en la que ahora se están desarrollando combates de infantería y blindados israelíes contra las milicias de Hezbolá.

Solana y Condoleezza Rice , que está también en el Líbano, están apurando los registros de la diplomacia. Aznar, que ya no tiene responsabilidades políticas concretas, ha dicho --quizá sin pensarlo-- que la OTAN debería intervenir en el sur del Líbano bombardeando los refugios de Hezbolá. Desde que trabaja para el magnate australiano Rupert Murdoch parece que ha perdido el más preciado de cuantos dones deben ornar al político. Me refiero a la prudencia.

*Periodista