En 1895, Antonio Martínez Ruiz (aún no Azorín ) llega a Madrid decidido a convertirse en un gran periodista. La imagen me fascina porque ilustra una época extinguida. Antaño algunas ciudades diminutas mantenían el empaque de las capitales imperiales, París, Londres. El que valía estaba obligado a demostrar su talento en el más cruel de los tablados. Así, el desafío de Lucien de Rubempré desde la colina del Sacré Coeur, con la inmensa capital tendida a sus pies: "¡Ahora, solos tú y yo!".

Azorín ve llegar al Congreso a don Práxedes Mateo Sagasta . "Desciende de la berlina de la Presidencia del Consejo, tirada por dos magníficos caballos, y se queda un momento inmóvil en la acera". Aquellas berlinas sugieren ministros ingleses bajando del coche con la chistera en la mano y posando los botines de polaina en el suelo llovido. Los carruajes que usaban los jerarcas para mostrarse en público atraían como imanes las bombas nihilistas, los disparos anarquistas. Muchos fueron los hombres de Estado, los nombres del gotha que murieron en el carruaje, anticipo del asesinato de Kennedy con la pobre Jacqueline reptando agusanada. Son escenas tan eternas como la del niño que se arranca una espina del pie.

Luego Martínez , que era un hombre gordo, lustroso, bermejo, se transformó en Azorín y fue perdiendo grasa. Su estilo también se afiló para no abandonar al propietario y la prosa del latinista discípulo de Tácito acabó en una exótica antelación del minimalismo. Entonces fue cuando le conocí y pude asistir a otra escena eterna.

El estudiante y su novia se acercan a la altísima puerta. Tras sonar el timbre abre la fámula. "¿Cree usted que nos pueda recibir el señor Azorín?", pregunta. Y en efecto les recibe postrado en la enorme cama doselada. Está en los huesos, acabado, mucho más consumido que en el retrato de Zuloaga , pero arrima fuerzas para firmar el libro del estudiante sin dejar de mirar a la novia con ojos desorbitados. Bajo la firma añade la fecha, 1º de febrero de 1967. Duró pocas semanas. Debió de ver en Virginia al ángel de la muerte.