El Partido Popular, por suerte, acaba de reconocer tácitamente que se equivocó no secundando la manifestación por el ferrocarril del pasado 22 de octubre en Badajoz. El pacto con partidos políticos, empresarios y sindicatos se ha renovado esta semana con una nueva reunión en la que aunque no faltaron algunos roces entre populares y confederación empresarial, se ha vuelto a la unidad con la presencia del presidente regional del PP, José Antonio Monago.

Junto a Asaja, fue el único colectivo que se desmarcó de una primera protesta que conforme a lo anunciado no tuvo una gota de partidismo ni de ajuste de cuentas con Rajoy, aunque haya poderosas razones para ello habida cuenta del último timo ferroviario a los extremeños, el ‘tren rápido diesel’ que iba a circular en 2015 y luego en 2016.

Ni una bandera ni sigla de partido o sindicato, ni un reproche a los últimos gobernantes, se trataba de hacer bloque e intentar de forma sin precedentes que un coro de voces aunque la primera la del presidente de la Junta, reclame en Madrid la potenciación de un medio de transporte que, electrificado, es el más adecuado y limpio en las distancias con el centro político peninsular, con el eje distribuidor de Puertollano-Alcázar de San Juan, y con el eje andaluz occidental que es Sevilla-Huelva y sus puertos de Algeciras y Sevilla.

Posiblemente Monago, que es un buen estratega, ha caído en la cuenta de que fue el pacto, la mano tendida, estar en la foto, lo que le hizo crecer a finales de la legislatura 2007-2011 y contribuyó, junto al descrédito de Zapatero, a doblarle la muñeca a Vara, con la abstención final de IU, y sentarse en el despacho del conventual santiaguista de Mérida sede de la Presidencia de la Junta.

En Madrid, la cúpula empresarial ha respaldado el soporte y participación que la Confederación patronal de Extremadura (Creex) ha dado al Pacto por el Ferrocarril y la manifestación del 22 de octubre; pese al enfado y protesta del PP, en Madrid apoyan la postura de, entre otros, un Javier Peinado, secretario regional de la Creex, cuyo tramo de distanciamiento con el núcleo del poder popular extremeño es evidente.

Bienvenida de nuevo la unanimidad a un Pacto por el Ferrocarril que tiene la urgencia de recuperar el muchísimo tiempo perdido por la comunidad en la materia.

Ha sido la pasada 2011-2015, con Rajoy en la Moncloa y Monago en el edificio del maestre de la Orden de Santiago, una legislatura perdida, después de otra anterior en la que el ministro socialista José Blanco tampoco cumplió las expectativas.

Ocho años son muchos y, mientras tanto, el canal de Panamá se ampliaba, con los puertos ibéricos de Sines (Portugal) y Huelva compitiendo por recoger ese caudal de contenedores que en su travesía atlántica tienen a esos abrigos marinos como lugar natural de desembarco; luego ambos deberían alimentar ese eje atlántico, por Madrid, donde ya en grandes trenes de mercancías se distribuirían por el resto del continente.

Portugal ya está electrificando de Sines a Setúbal-Lisboa para dirigir o recibir luego esas mercancías por Badajoz (prevista una plataforma logística), y desde ahí vía Cáceres y también vía Puertollano-Alcázar destino Madrid, o desde los centros manchegos a Levante.

Por eso urge la plataforma de alta velocidad Badajoz-Mérida-Cáceres-Plasencia, pero asimismo la mejora y electrificación de Badajoz-Mérida-Puertollano.

Extremadura ha sido penalizada en los últimos cuatro años por una pésima relación entre Adif y varias empresas contratistas de la alta velocidad extremeña; ejecuciones licitadas y paralizadas, con ruptura de relaciones entre ambas partes.

Las cosas parecen que han empezado a cambiar, a mejor, y confiemos en que sigan. Y si avanzan, el PP no podía quedarse fuera. Monago lo ha captado, y de formar paralela plantea un trato de casi igual a igual con Fernández Vara en la aprobación del presupuesto autonómico 2017. Trenes políticos en los que hay que reservar asiento.