El salvamento de 50 inmigrantes africanos por un pesquero español y las peripecias de su reparto entre varios países europeos nos recuerda el drama humano de la inmigración y las carencias de una política europea en la materia. Lo ocurrido entre Libia y Malta merece muchas consideraciones, pero primero hay que felicitar y agradecer el gesto humano de los salvadores. Extraños tiempos estos, en los que salvar a decenas de seres humanos de una muerte cierta no acarrea más que costes y complicaciones, lo que incita a pasar de largo, como por desgracia ya ocurre. Recuerdo el caso del barco italiano Cap-Anamur, que en parecidas circunstancias fue acusado de colaborar con la inmigración clandestina. Quiero felicitar al comisario Franco Frattini , como hice en nombre del Parlamento Europeo, por conseguir un acuerdo entre algunos gobiernos para acabar con la patética espera del cargamento humano del ´Francisco y Catalina´.

Ellos han salvado el honor de una Europa que tanto clama por los derechos humanos y le cuesta defenderlos cuando están en peligro de forma tan dramática y cercana. En estricta aplicación de la legalidad, los náufragos deberían haber sido desembarcados en Libia, ya que fueron salvados en sus aguas territoriales. Pero Libia no ha firmado la convención de Ginebra sobre refugiados y la posibilidad de pedir asilo, especialmente para los procedentes de Eritrea, habría sido problemática. La negativa de Malta a recibirles merece una severa crítica, por más que sus campos de refugiados estén saturados y ese país se enfrente a una oleada de inmigración clandestina superior a la de Canarias.

XUNA MISIONx del Parlamento Europeo constató recientemente la deplorable situación de los centros de refugiados en Malta, donde los demandantes de asilo esperan detenidos hasta 18 meses. Ello contrasta con la buena impresión que a los eurodiputados les causaron los centros españoles de Ceuta, Melilla y Canarias. Malta, como España, solicita la ayuda europea para hacer frente a un problema que le desborda. En efecto, el problema no es español ni maltés ni italiano, sino de todos los países europeos que son los destinatarios finales de la mayor parte de la inmigración ilegal subsahariana.

Una política europea de acogida que ayude a los países de primera llegada es imprescindible. Habría sido más barato y menos vergonzoso disponer de sistemas permanentes para repartir los costes de situaciones como ésta, evitando un mercadeo sobre quién se queda con cuántos y cuáles ante cada urgencia. El Tratado Constitucional preveía un plan de reparto de la carga entre Estados miembros ante casos de inmigración masiva que desborden las capacidades de uno de ellos. La Comisión lo ha anticipado con una negociación política para salir del paso. Deberíamos estar en mejores condiciones de afrontar el siguiente episodio. Por ejemplo, modificando --como pidió el Parlamento Europeo-- el reglamento de Dublín, que obliga a los demandantes de asilo a dirigirse al país de primera llegada.

Una reciente directiva del Consejo establece condiciones mínimas para la concesión de asilo. Pero es toda la política europea de inmigración la que necesita un fuerte impulso para afrontar la que se nos viene encima. Hemos avanzado algo en materia de inmigración ilegal, pero poco en inmigración legal, asilo, integración y acuerdos con los países de origen. Para avanzar hace falta una voluntad política que algunos países no tienen. Es un error creer que cada país puede resolver solo los problemas de la inmigración una vez que hemos suprimido las fronteras interiores y pretendemos defender un modelo social que se verá muy afectado por el impacto de la inmigración en el mercado laboral.

Europa entera se enfrenta a un bache demográfico que sólo podrá cubrir con un recurso masivo de la inmigración. Un informe de la ONU predice un aumento imparable del flujo de inmigrantes en los países ricos. Las encuestas dicen que la inmigración es el segundo problema de España, cercano al del paro. Quizá porque España es el país industrializado que, con EEUU y Alemania, ha registrado el mayor incremento de inmigrantes: 4 millones en los últimos años.

En EEUU las leyes de inmigración han causado las mayores manifestaciones desde la guerra de Vietnam. Nadie se atreve a estimar las cifras de ilegales: tal vez 12 millones en EEUU, y unos 9 en Europa. Y la ilegalidad es el mayor obstáculo para la integración y, sin integración, la inmigración masiva es un peligroso explosivo social.

El problema no lo resolveremos sin el desarrollo de los países de origen. Necesitamos a muchos de ellos pero no los podremos acoger a todos. En el Africa subsahariana el avance del desierto expulsará de sus casas a unos 20 millones de habitantes. ¿Adónde van a ir? A El Dorado europeo que ven por la televisión. Se está produciendo una combinación revolucionaria: la del hambre y la antena parabólica de TV. El puchero vacío y el cuenco parabólico lleno de ilusiones. La mejor combinación para arriesgarse a perder la vida.

El honor de Europa, salvado por unos pescadores y un comisario en el Mediterráneo, exige un enorme compromiso con el desarrollo de Africa. Nuestras políticas no están a la altura del desafío.Y debieran estarlo, no sólo por generosidad sino por nuestro propio interés.

*Presidente del Parlamento Europeo