El problema que más afecta a los ciudadanos de a pie a parte del paro es la corrupción. No teman, porque no voy a enumerar todos los casos que se han producido en este país recientemente y que todos ustedes conocen de sobra, ya que darían para varios artículos más. Basta con recordar los "Eres de Andalucía", el caso Gürtel, Bárcenas, Mario Conde, Rato, Jaume Mata, Iñaki Urdangarin, Púnica, Pujol, Fabra, Rita Barberá, etcétera. Pero hay uno que en su día me llamó poderosamente la atención y que bien puede servir, para ilustrar todos los casos que he mencionado. Me refiero a Mercedes Rojo, que fue miembro de la comisión de BFA, matriz de Bankia sin apenas formación financiera. Cuando le presentaron las nuevas cuentas del grupo bancario dijo no entender nada y a fecha de hoy ha cobrado en dietas y otras retribuciones 374.000 euros, asumiendo encima que no tenía idea de nada. Hay que tener una cara más dura que el cemento 'armao' y además, quedarse tan tranquila. Por eso a nadie le tiene que extrañar que la corrupción sea un tema de rabiosa y palpitante actualidad. Todo el mundo habla de ello: la prensa, la radio, la televisión, se habla en los bares, en las peluquerías, en los supermercados, en la consulta del médico, en la cola del autobús, en los campos de fútbol, a la salida de misa... En fin, en todas todas partes. Tal vez esa sea la mejor manera de que desaparezca el problema, por saturación o por aburrimiento. Por eso pienso que es necesario corromper la corrupción. La oposición afirma que la corrupción actual es general. Los miembros del gobierno en funciones aseguran que la verdadera, la sistemática, ocurrió en la época de Franco. Es como si se discutiera si Hitler es peor que Stalin porque mató a 52 personas más. Para mí, la peor corrupción es la moral. La que sugiere que todo vale. La que prestigia a los millonarios olvidando como han hecho su dinero, la que reemplaza la creatividad por la propaganda, la que fomenta los "culebrones", los programas del corazón o cualquier otra actividad perversa, por estúpida que esta sea, por el mero hecho de que tiene éxito. El sometimiento indiscriminado al poder es corrupción, lo mismo que la utilización de ese mismo poder en provecho propio o la ausencia de pensamiento critico, frente a los problemas cotidianos. Lo más fácil es creer lo que se nos dice, pero también eso es lo peor para nosotros.