Hace unos días moría <b>Lolo Rico</b>, la directora del legendario programa de los 80’s ‘La bola de cristal’. Han sido múltiples los homenajes que se han sucedido a la periodista y escritora desde todos los medios de comunicación del país, reconociendo la contribución del mítico programa a la creación de conciencia crítica y social en toda una generación de niños y jóvenes. También ha sido unánime el reconocimiento y el agradecimiento de esa generación, hoy adulta, en las redes sociales.

Pensaba, tras leer y escuchar lo escrito y dicho sobre Lolo Rico, si hoy en día sería posible un formato televisivo que, a través de la música, el teatro o el humor y, utilizando la creatividad y la cultura como telones de fondo, reflexionase e hiciese reflexionar sobre los acontecimientos sociales y políticos.

‘La bola de cristal’ planteó en la mitad de la década de los 80’s cuestiones tan controvertidas entonces como la libertad de expresión, las reivindicaciones del hoy colectivo LGTBI o la lucha feminista por los derechos de la mujer y la igualdad entre ambos sexos.

Cuestiones que, tras varias décadas en las que se han superado debates y logrado importantes avances en la consecución de derechos, vuelven a estar en el epicentro de la opinión pública.

Tras un 8 de marzo histórico en el que las mujeres protagonizaron una movilización sin precedentes contra la desigualdad de género, hoy asistimos a un riesgo de verdadera involución en los derechos conseguidos. Una estrategia perfectamente diseñada por la extrema derecha que irrumpe en las sociedades democráticas de toda Europa.

En España, la ultraderecha también defiende estos postulados que se posicionan en contra de los derechos de la mujer, ponen en duda la violencia machista, exigen que se derogue la Ley de Violencia de Género y cuestionan los datos oficiales sobre víctimas y denuncias.

En ese contexto, y con la negociación del gobierno de la Junta de Andalucía como excusa, se han utilizado como moneda de cambio los derechos alcanzados por las mujeres tras la aprobación de la Ley de Violencia de Género y se ha vuelto a colocar el dedo acusador sobre la mujer, culpabilizando y deslegitimando al feminismo y señalándolo como amenaza a una identidad masculina retrógrada y trasnochada, que nada tiene que ver con la gran mayoría de hombres en la sociedad actual.

Asistimos con preocupación a como esa derecha empieza a ganarnos la primera batalla, que es la del lenguaje. Así, por ejemplo, en esos días en los que se negociaba el Gobierno de Andalucía, nos metíamos de lleno en una discusión sobre las definiciones de violencia de género y violencia intrafamiliar. Debate absurdo ya que ambas están perfectamente definidas desde hace tiempo por organismos internacionales.

Utilizan la violencia de género, consecuencia última e irreversible de las desigualdades, para, engañosamente, no discutir sobre cómo poner solución a éstas. La brecha de género, la no conciliación, la escasa presencia de las mujeres en los ámbitos de toma de decisiones y en sectores económicos de nuestro país o la feminización de la pobreza entre otros.

Por ello, desde el profundo respeto a los resultados electorales y a los acuerdos legítimos y democráticos, mujeres y hombres de toda España han tomado las calles para dejar claro que ningún gobierno, ningún partido político y ninguna aritmética parlamentaria pueden mercadear ni negociar con los derechos de la mitad de la humanidad.

Decía Simone de Beauvoir que basta una crisis política, social y económica para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Y que debemos permanecer vigilantes toda nuestra vida porque estos derechos jamás se dan por adquiridos.

Pienso en Simone de Beauvoir y vuelvo a pensar en Lolo Rico y en su mítica y legendaria ‘Bola de Cristal’. Ambas mujeres, coetáneas aunque de distinta generación, contribuyeron desde la educación y la cultura a hacer de la igualdad un camino por el que transitar para mejorar nuestras sociedades.

Hay cosas que no se pueden explicar en un tuit.