No sean mal pensados, no me refiero a Pedro Sánchez, o al PSOE, que, por cierto, menudo eslogan más «titánico» han escogido, que pasen las elecciones, pero todas, las del 28 y las del 26, las generales, las del Senado, las europeas, las autonómicas y las municipales. Menudos dos meses nos esperan a la mayoría de ciudadanos viendo cómo se presenta esta campaña donde, en vez de presentar sus programas políticos, lo que impera, aunque no todos, es presentar monólogos tipo club de la comedia, insultos velados, y no tan velados, ataques personales, visiones cataclísmicas, y promesas imposibles, algunas hasta ridículas.

Eso por no hablar de la saturación de Whatsapp pseudochistosos, Twitter, videos trucados, fake news y demás redes sociales que solo pretenden enredar más que comunicar.

Nuestra clase política debería replantearse seriamente la visión que se está trasladando al ciudadano y del mensaje que se quiere trasladar, que no puede ser «y el yo más o el yo menos» o el chiste fácil destructivo.

Sinceramente, preferiría, con calma y en calma, oír hablar de Educación, de los problemas y las soluciones, del fracaso escolar, del abandono temprano, de nuestra maltrecha FP, de la homologación salarial de los docentes o de la incorporación de nuevos perfiles y trabajadores al sistema, o de la universidad. Me gustaría saber qué opinan del empleo, del porqué, cómo y cuándo, del hoy y del mañana, de la precariedad y de la estabilización del empleo, de las oportunidades, de nuestro campo y de nuestras comunicaciones, de los jóvenes que se han ido y de los que no podemos permitirnos sigan yéndose. De la España Vaciada, que desangra a muchas comunidades y del compromiso para con ellos. De las políticas de igualdad de género, sin odio ni extremismos, de la violencia hacia la mujer, de nuestro Código Penal o de la justicia, De la corrupción más que de los corruptos, del apoyo a las familias o a colectivos desfavorecidos, de los derechos pero también de las obligaciones. De la inmigración y de la emigración. De España y de los españoles. Me gustaría, en definitiva, escuchar y no sólo ver u oír.

A mis años, y visto el panorama político, no sé si soy de aquí o de allá, me fío más del sentido común y no de las aceras, rotondas y salidas. Lo que sí tengo claro es que de seguir así, mejor que pasen cuanto antes pues demasiado ruido solo invita a taparse las orejas y al hartazgo político.