Hacerse un traje a medida es hoy lo más parecido a encargar una encuesta. En contra de lo que parece, a nadie le interesa una encuesta si no es para decir que está mejor valorado que los demás. Generalmente se utilizan para diseñar la imagen que desea quien hace el encargo, con la finalidad subliminal de que el votante se familiarice anticipadamente con el resultado e incline su voto a favor de una escena que, adecuadamente comentada por la parte favorecida, puede ser un referente que induzca a muchos votantes. ¿Quién no ha oído aquello de lo dicen las encuestas utilizado como argumento para afianzar una opinión?

Habrá quien piense que el resultado es comprobable mostrando las hojas sobre las que se han plasmado las opiniones, para disipar las dudas que pudiera haber. Pero esto no es suficiente, porque es frecuente rellenar más formularios de preguntas de los que luego se analizan, se puede también hacer el muestreo en zonas proclives al resultado buscado, se puede potenciar además el perfil del candidato o partido en detrimento del adversario, y buscar un concreto sector de individuos para entrevistarlos; pero sobre todo, el resultado depende de cómo esté redactada la pregunta.

Una encuesta es un elixir pensado para adormecer la libertad de análisis, basado en la comodidad que proporciona que otros hagan por ti el esfuerzo de resumir la vida pública en unos pocos datos.

¿Pero alguien puede creerse que encuestando a mil personas se puede concluir quién está mejor valorado o va a ganar las elecciones? Habrá que explicar qué métodos se emplean para corregir las mentiras, las dudas, el sí, pero , etcétera, y tener en cuenta el valor de la respuesta después de un partido de la selección o de un atentado, después de una inauguración o de un escándalo.

XDE MODOx que la prudencia política aconseja no descorchar el champán por una encuesta, un tanteo, unas llamadas telefónicas o una respuesta ambigua en la calle cuando llevas prisa, porque en ese momento y de esta manera no te voy a decir a ti, que no te conozco de nada, a quién voy a votar o cuál me gusta más, aunque el cuestionario sea anónimo , porque los españoles, de momento, no somos tan confiados para estas cosas como los suecos o los finlandeses.

Así que las encuestas reflejan, en no pocas ocasiones, lo poco que les importa a los políticos lo que opinamos de ellos, pero sobre todo demuestran lo mentirosos que son al engañarse a sí mismos.

Pero lo más sonrojante es que los propios favorecidos por el resultado actúan como si fuera una sorpresa para ellos. Como si alguien, desinteresadamente, les hubiera ido a dar la buena noticia de que tienen un tío en América y no se habían enterado.

*Exgerente de Urbanismo de Mérida