Extremadura se está desangrando. Y no hay ningún plan para contener la violenta hemorragia que la está condenando a la desaparición, por la vía de la despoblación y el envejecimiento.

Tenemos un gobierno que anuncia medidas de manera deslavazada e inconexa. Hoy, un programa de empleo temporal que persigue reducir las cifras del paro, pero que, en realidad, no hace otra cosa que maquillarlas, y consolidar la precariedad, con unos contratos que concluirán a la vuelta de la próxima cita con las urnas. Mañana, una presentación de un proyecto mastodóntico, en cuya promoción participan empresarios que figuran en la lista de morosos de Hacienda. Y así, todos los días, sumando ocurrencias y castillos en el aire.

Pero, al final, a la conclusión a la que se llega, tras un análisis de lo que se exhibe como solución de futuro, es a que, en lo único sólido en que se basan los anuncios, es en el más añejo y ramplón electoralismo politiquero. Porque no se ha trazado un proyecto de región, ni existe ningún plan a largo plazo. Y porque la poderosa maquinaria gubernamental está centrada, exclusivamente, en aparentar, en crear una ilusión, una fantasía que distraiga de la desoladora realidad, para poder mantenerse en la poltrona una legislatura más.

Nuestra región no lo ha tenido nunca fácil. Decir lo contrario, sería mentir. Pero tenemos al alcance trampolines que nos podrían encumbrar. Hay que aprovechar las inmensas potencialidades de nuestra tierra, y crear las condiciones necesarias para que la gente pueda emprender, prosperar y fijar su proyecto de vida en nuestros pueblos y ciudades. Y no podemos permitirnos la quiebra de proyectos sostenibles de empleo por mantener a Extremadura como una isla virgen. Porque nos arriesgamos a que la vegetación siga floreciendo, a que los animales campen a sus anchas, y a que los seres humanos, sin embargo, se vean abocados a la emigración o la pobreza.

No nos queda demasiado margen para enderezar el rumbo, pero todavía hay tiempo. Eso sí, no podemos seguir anclados al conformismo, ni tragarnos más humo de promesas que no valen nada.