En 1975 pronunció Miguel Delibes su discurso de entrada en la Real Academia Española con el título: El sentido del progreso desde mi obra. En este, recordaba asu entrañable Daniel, el Mochuelo de El camino, novela escrita veinticinco años antes, y frente a la acusación de reaccionario, afirmaba que el muchacho renunciaba a «convertirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional», pues, en ese momento, su más honda inquietud compartida entonces solopor unos pocos centenares de naturalistas en el mundo, firmantes del manifiesto de Roma, era que la Humanidad tenía como única posibilidad de supervivencia la de frenar su desarrollo y organizar la vida comunitaria sobre bases diferentes a las que hasta entonces habían prevalecido. El escritor profetizaba entonces, sise fracasaba, la consumación de un suicidio colectivo en un plazo relativamentebreve. Y surazonamiento eradefinitivo: «la industria se nutre de la naturaleza y la envenena, con lo que día llegará que la naturaleza sea sacrificada a la tecnología».

Todas las palabras del novelista se vuelven presente angustioso mientras asistimos horrorizadosa las terceras inundaciones este año en Murcia y Almería, aguas torrenciales que esta vez aún no han matado a nadie. Y el diagnóstico de Delibesdebería resonar en nuestras conciencias y en las de todos los que niegan lo evidente para aprovecharlo políticamente o,por el contrario, se montan en el espectáculo a veces carísimo a veces inútil de la ola ecologista y luego en incoherencia bochornosa se desplazan en Falcon.

El Ártico se deshiela, el mar se muere, el desierto avanza, las especies peligran porque «el hombre, obcecado por una pasión dominadora, persigue un beneficio personal, ilimitado e inmediato y se desentiende del futuro».

Hoy es ya el futuro de aquel visionario discurso.Ignoremos por igual a los que lo niegan y a los aprovechados. Cada plástico sustituido, cada bolsa reutilizada, cada gota de agua ahorrada son bálsamos que sanan un poquito a esta tierra herida.Prefiero pensar que aún hay tiempo.

* Profesora