Yo creo que 'hermanarse' es bonito en todo, aunque no para todo. A mí me hermanaron mis padres con tres personas imprescindibles en mi crecimiento personal, en esa madurez que te va curtiendo con el tiempo y que es esencial a la hora de obtener un mínimo de paz, en las turbulencias de la vida.

El flamenco que es alma, pellizco y piel también busca sus propias alianzas. Las buscan las peñas flamencas que resisten la crisis, la merma de socios, apoyándose en la propia afición y en esa auténtica pasión por este arte que les lleva en algunos casos, a subsistir con cartera propia el nivel que uno exige y se exige. Se hermanan, conviven.

Como ocurrió el pasado sábado 26 de octubre entre la Peña Flamenca Cultural Ciudad de Llerena, y la Peña Flamenca de Alcalá de Guadaira. Un encuentro en la localidad sevillana, con la que los andaluces devolvieron una convivencia anterior en la Caseta Municipal de Llerena. Los pacenses, los socios de la Peña Flamenca llegaron al municipio vecino arropados por el cante del Niño de Berlanga , José María 'El Cano' y el baile de Manuela Sánchez con Francis Pinto a la guitarra.

Los anfitriones respondieron con lo propio y con un encuentro de socios donde no faltó la cultura. La que te lleva a visitar monumentos y la que te sienta en la silla de enea, hasta que el cuerpo aguante. Aunque a los buenos aficionados ni el alma, ni la envoltura se nos vea afectada ante la previsión de una buena jornada de toque, cante y baile. Esos días, esas noches en las que se aparca el cansancio cada vez que se rasga la guitarra.

No hay mejor argumento que esperar 'otro cante'. Contra eso, no hay sueño que valga, y ahí no valen hermanamientos con el descanso. Solo cabe el saber escuchar, y entender que cada noche es única. Por eso cuesta tanto arrancar. Para ir a casa, se entiende.

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